Javier Cigüela, profesor de Derecho Penal en la Universidad Abal Oliba CEU
Javier Cigüela, profesor de Derecho Penal en la Universidad Abal Oliba CEU - inés baucells
entrevista a javier gigüela, profesor de derecho penal

«Todos somos el "pequeño Nicolás", por eso nos fascina la corrupción»

Defiende la creación de canales de denuncia en las empresas y los partidos políticos como existen en los países anglosajones

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Interesado por la corrupción como fenómeno global, Javier Cigüela se ha doctorado con la tesis «La culpabilidad colectiva en el Derecho Penal. Crítica y propuesta de una responsabilidad estructural de la empresa». Profesor de Derecho Penal en la Universidad Abat Oliba CEU, considera necesario acabar con la endogamia en los partidos políticos.

—¿La sociedad española es tolerante con la corrupción o la picaresca española es un tópico?

—Es un tópico, pero como en todos los tópicos hay algo de cierto. La picaresca y la forma de ser latina, lo familiar por encima de la comunidad, hace que los españoles sean sensibles a la corrupción de forma selectiva. En los años de la bondad económica y de la burbuja inmobiliaria, había bastante tolerancia respecto a la corrupción y se miraba para otro lado.

Ahora que la cosa está peor, que hay más movimientos ciudadanos que participan en lo público, aumenta la sensibilidad, lo cual es una buena noticia.

—¿Se puede evitar la corrupción?

—No estamos predeterminados a ser un país corrupto. Para mí lo fundamental, y no digo nada nuevo, es la separación de poderes. No puede ser que los organismos que controlan si hay corrupción sean elegidos por aquellos sujetos que tienen que ser controlados. El Tribunal Supremo, el Constitucional, el de Cuentas, el neuvo Consejo de Transparencia… Hay una serie de lealtades que hace que las cosas se queden dentro y no se denuncien. El sistema de elección de esos órganos tenía sentido tras la dictadura franquista, cuando era necesario introducir jueces de corte democrático en las instituciones claves. Pero eso ya no tiene sentido. Lo que era democrático se ha vuelto antidemocrático. Hay que fomentar que en los partidos políticos y las empresas, las únicas virtudes no sean la obediencia y la lealtad. Si un empleado ve una práctica nociva en un superior, no debe conformarse.

—¿Cómo vencer el miedo?

El empleado de Bankia al que instaban a vender preferentes a toda costa, lo que tenía que haber hecho es denunciar o renunciar. Hay que implantar lo que los anglosajones llaman «wister blower», canales de denuncia anónima para que los empleados puedan denunciar a sus superiores, incluso proponiendo retribuciones, premios e inmunidad. Esto no existe en España, Transparencia Internacional lo ha propuesto a los partidos políticos, pero han hecho caso omiso.

—Quizá el problema es considerar la política como una profesión o una forma de hacer dinero…

—Uno de los principales motivos de corrupción es la endogamia de los partidos. Los líderes no son personas que llevan 20 años en una profesión y vuelcan sus conocimientos en la política, sino que el modelo es «el pequeño Nicolás», quien desde los 12 años pega carteles para el partido, demuestra su lealtad, va a mítines y se hace fotos. Esa persona no ha conocido nada más allá del partido, por lo que va a ser leal sí o sí, no sabe hacer otra cosa. Tiene que haber vías de entrada y de salida en la política. Hay que penalizar la endogamia y procurar que se aireen los partidos.

—¿El «pequeño Nicolás» es un síntoma de lo que ocurre en España?

El «pequeño Nicolás» no es una persona comprometida con la sociedad, sino con el partido. Tiene el atractivo de la caricatura. Todos somos un poco el «pequeño Nicolás», somos un poco Rato y todas aquellas personas a las que criticamos. Si no, no se entiende lo que ha pasado. La corrupción también se da en pequeña escala. Quién no ha cogido un bolígrafo, unos folios en la oficina, o ha pagado una factura en negro. De alguna forma, creemos que esa persona nos representa, nos parece como fascinante. Nuestra fascinación por el «pequeño Nicolás» o por los escándalos de corrupción, que venden mucho, demuestra que hay algo nuestro en ellos.

–¿Es necesaria mayor educación en contra de la corrupción?

–Hay un tema educativo importante que hay que cambiar. El Lazarillo de Tormes forma parte de nuestra cultura, pero no es lo único. Tenemos también a El Quijote, que es un loco honesto. En la Universidad se está estudiando muchísimo. En el ámbito escolar, se tiene que enseñar que la corrupción no es un delito cualquiera, sino que afecta a toda la sociedad. Es una mezcla de banalidad, de avaricia y de vivir en una burbuja. ¿Qué necesidad tenía Isabel Pantoja de delinquir? O los directivos de Caja Madrid, que tenían la vida asegurada...

–¿Ha habido pacto de silencio entre los políticos?

–Yo creo que si. Cuando se cometen determinadas prácticas en lugares estratégicos como la Generalitat, los ayuntamientos, Caja Madrid, se puede ocultar al ciudadano, pero no a las personas que están allí, que acaban sabiéndolo. Por eso ha habido pacto de silencio, con la excusa de evitar una desestabilización del sistema.

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