Artur Mas y su esposa, Helena Rakosnik, en una imagen de archivo
Artur Mas y su esposa, Helena Rakosnik, en una imagen de archivo - efe

El otoño más bochornoso de Artur Mas

Un simulacro de consulta, unidad fingida, juristas críticos... la recta final hacia el 9-N está siendo humillante para el «president»

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De rechazo en rechazo, Artur Mas se encamina hacia la mítica fecha del 9 de noviembre olvidado por sus socios y cuestionado por los juristas que le asesoran el proceso soberanista. En solo dos meses, ha pasado de protagonizar "una jornada histórica" con la firma del decreto de convocatoria de la consulta sobre la independencia de Cataluña, a organizar un simulacro rechazado por sus socios, ERC e ICV, que conspiran ahora a sus espaldas para que se celebren cuanto antes elecciones autonómicas.

Pero este bochornoso otoño del "president" tuvo un preaviso en verano, cuando cuatro de los nueve miembros del Consejo de Garantías Estatutarias, órgano que vela por la constitucionalidad de las leyes que se aprueban en Cataluña, advirtieron de que la ley de consultas -el marco jurídico que Mas utilizó para convocar la consulta original-, contemplaba un referéndum encubierto.

Pese a ello, la ley fue aprobada en el Pleno del Parlamento catalán sin modificaciones, lo que permitió al presidente catalán firmar el decreto de convocatoria del 27 de septiembre. Lo hizo rodeado de los líderes de CiU, ERC, ICV y CUP que le daban apoyo. Pero el idilio duró poco. El Tribunal Constitucional (TC), en respuesta a dos recursos del Gobierno, suspendió cautelarmente la ley y el decreto. La Generalitat se resistió a ejecutar esa orden, pues se empeñó en mantener activa la web donde informaba de la consulta -aunque sin actualizar-, y creó una comisión de control del 9-N. Quim Brugué, jurista propuesto por ICV para esta "junta electoral", abandonó el cargo al considerar que no había garantías democráticas.

Tras chocar con el muro de la legalidad, Mas convocó en tres ocasiones a sus socios para buscar una estrategia común. Pero fueron intentos fallidos, así que el dirigente nacionalista no tuvo más remedio que recurrir a un simulacro de consulta para intentar recomponer la unidad perdida y calmar a las plataformas independentistas encargadas de movilizar a la ciudadanía, la Asamblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural. Artur Mas mantenía así su palabra de que el 9-N, los catalanes votarían, aunque en este caso el operativo se asemejaba más a una encuesta que a un referéndum. Esto no pasó desapercibido para ERC, ICV y CUP, que dieron por finiquitado el bloque proconsulta y exigieron a Mas que convocara elecciones.

El líder de CiU, consciente del batacazo electoral que se avecina, instó a esas formaciones a formar una lista conjunta que permitiría diluir su fracaso. Una vez más, tuvo un "no" por respuesta. Pero el pasado lunes, el Gobierno catalán tramó un nuevo ardid consistente en anunciar a bombo y platillo que se había restaurado la "unidad técnica" de los partidos con la creación de una comisión de seguimiento del 9-N. El desmentido fue inmediato. CUP, el partido con el que supuestamente pactó Mas esa unidad, negó que hubiera un acuerdo bilateral y denunció que se había sentido utilizado por la Generalitat. Mientras, ERC e ICV se desmarcaban de esa "unidad técnica" y se reunían a espaldas de Mas para consensuar un documento crítico con la gestión de Mas en la consulta y en el que se reclaman elecciones anticipadas.

Y como colofón de ese rosario de reveses, abandonos y rechazos, la prensa internacional, en la que el presidente catalán ha volcado sus esfuerzos par proyectar su plan soberanista, se hacía eco de la "parodia de consulra" y de que Mas se encuentra en la cuerda floja. Así lo escribió "The New York Times".

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