Artur Mas y Josep Lluís Bonet, en la cava de Freixenet
Artur Mas y Josep Lluís Bonet, en la cava de Freixenet - efe

Freixenet, cien años de una marca que se reivindica española

La cava, de hecho una empresa multinacional, celebra su centenario en un entorno político convulso

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A decenas de metros bajo tierra, en las entrañas de las bodegas de Freixenet en Sant Sadurní d'Anoia (Barcelona), los cien años de historia de la marca se entienden con claridad. A un lado, la cava histórica (construida en 1922, ocho años después de nacer la marca), al otro, los modernos laboratorios que han hecho de Freixenet una de las empresas punteras en cuanto a tecnología aplicada a la elaboración de cava.

Entre uno y otro espacio, un siglo de historia, paralelo al devenir de un país que, como Freixenet, las ha visto de todos colores: en lo social, en lo económico y, ahora de manera muy presente, también en lo político, donde el actual presidente, José Luis Bonet, se ha significado como uno de los empresarios catalanes más opuestos al proceso soberanista.

Su reivindicación de Freixenet como una marca "catalana, española y universal" es una constante.

Aunque es en este 2014 que Freixenet celebra su centenario, el origen de la saga de elaboradores comienza con Francesc Sala Ferrés, que en 1861 funda Casa Sala, la primera marca exportadora de vinos en Sant Sadurní. Su hijo, Joan Sala Tubella, siguió con el negocio y, después de la boda de su hija con Pere Ferrer Bosch, empieza el negocio del cava, en 1914.

Empresa familiar

Ya con la visión empresarial que ha caracterizado la marca desde entonces (aún ahora 100% en manos de la misma familia), los Ferrer optan de inicio por concentrarse en la elaboración de vino espumoso natural, siguiendo el método utilizado en la Champaña (Francia) desde el siglo XVIII. A esos orígenes no siempre fáciles aludía el pasado verano Josep Ferrer, presidente de honor de una compañía que ahora lidera su sobrino Josep Lluís Bonet. Como un arrebato sentimiental, Ferrer ha decidido volver a elaborar cava -y también tinto, como novedad- en la finca La Freixeneda, ahora en rehabilitación. Limitadísima producción y métodos artesanales, un homenaje al origen familiar. "No nos haremos ricos con esto, pero había que hacerlo», explicaba Ferrer.

El "había que hacerlo" al que aludía Ferrer explica también la trayectoria de una marca que ya en 1935, con su pimera incursión en los Estados Unidos, pareció anticipar la internacionalización de que ha hecho grande una compañía y que ha permitido en los últimos años, tras un importante descenso de ventas en el mercado nacional, encarar el futuro con fortaleza. En 1974 por ejemplo se lanzaba el Cordón Negro, con el que conquistarían el mundo (presencia en 140 países). Una década después, Freixenet ya era una empresa global, al iniciar la construcción de bodegas fuera de su ámbito tradicional: California, Australia, Rioja, Ribera del Duero, Priorat, Montsant...

Lidiando con el boicot y la crisis

Si las decisiones empresariales de Josep Ferrer explican lo que es ahora la marca (el lanzamiento de Cordón Negro y la refrigeración del mosto en 1974, sus llamativas campañas publicitarias, la internacionalización…), la pujanza actual de la firma es responsabilidad de Josep Lluís Bonet, actual presidente y al frente de la compañía junto a la siguiente generación de la empresa familiar.

Si Ferrer lanzó Freixenet a conquistar el mundo, Bonet consolida la marca y, desde hace años, lidia también con un entorno político nada fácil, el mismo que en parte explica la caída de ventas en España, algo que en Freixenet relativizan señalando como principal responsable la crisis económica. Al respecto, y a diferencia de otros empresarios que han preferido ponerse de perfil, Bonet ha hablado claro en contra de la pretensión de desgajar Cataluña de España. Se lo dijo al presidente Artur Mas el pasado mes de junio en la comida que inauguraba los actos del centenario, y lo repitió hace pocas semanas en un foro empresarial. "Es evidente que preocupa y también es evidente que hasta aquí no ha habido especiales problemas y, por lo tanto, hay que esperar que siga así. Lo que es deseable es que exista un diálogo que supere la situación", apuntó Bonet, partidario de "que las cosas sigan como están, que están bien".

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