el oasis catalán

Maoísmo

Hay algo de maoísmo de baja intensidad –con los matices que quieran- en el llamado «proceso de transición nacional de Cataluña»

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Hay algo de maoísmo de baja intensidad –con los matices que quieran- en el llamado “proceso de transición nacional de Cataluña”. Sí, maoísmo. En primer lugar, conviene señalar qué podemos entender por maoísmo para, después, aplicar la caracterización al caso catalán. En pocas palabras: el maoísmo implica lucha contra el imperialismo, democracia de masas, exaltación de la nobleza campesina, insurrección, construcción de un frente unido, revolución cultural, afirmación nacional como vía hacia la construcción de una nueva sociedad. La teoría y la práctica del maoísmo traducida al caso catalán: la España expoliadora de la cual hay que liberarse, el “derecho a decidir” como expresión de la democracia verdadera, el nacionalista sincero de comarcas frente al escéptico ciudadano metropolitano a quien hay que convencer –ahí está Súmate, remedo del comité popular chino- de las bondades del “proceso”, la deslealtad constitucional del nacionalismo catalán, la lista única como materialización del frentismo nacionalista, una revolución ideológica que active los mecanismos y resortes emocionales del entramado nacionalista, la ficción de una Cataluña independiente que –por real decreto soberanista- estaría limpia de polvo y paja.

En la República Popular China -después de la desaparición de Mao-, se abrió un proceso de reflexión y valoración de lo que supuso el maoísmo. Resumo: el maoísmo o una modalidad de fanatismo que no toleró la disidencia y causó estragos de difícil reparación. Más: “culto a la personalidad”, “errores de valoración”, “abuso de poder” y “desviación”. Posteriormente, la República Popular China abrió un proceso de “reforma y apertura”. En los próximos meses o años –tras el correspondiente ejercicio de catarsis y reflexión sobre lo que fue y representó el “proceso”- veremos en qué queda la analogía estructural formulada entre el soberanismo catalán y el maoísmo. Concluyo –como no podía ser de otra manera- citando a Mao: “habrá que aprender de los errores”.

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