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Albiol, un jalapeño en el sopicaldo

En realidad, García Albiol es la exageración o sublimación con la que el PP contesta a los políticos de moda revisteril, pero en más alto, en más joven y con más pectorales

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Lo de García Albiol ha sido como meter una guindilla en la sopa: todos con la cuchara preparada para llevarse su sorbo a la boca, un sorbo templadito, sosángano y por el morro, y ahora llega García Albiol, que, como Mafalda, viene con la intención de darle un puntapié a la sopera. Nada más anunciar el PP su nuevo ingrediente en el guisote electoral catalán y ya ha sonado la alarma en el cuerpo de bomberos de la información y la opinión para que lleguen con sus mangueras a echarle agua a la guindilla… Vale que García Albiol pica más que un jalapeño bien curado, y que metido en ese menú electoral de listas blanditas, con señores «cool» que han perdido el pelo y el norte, y entre contrincantes con gafas de colores para cerca y raya en el pantalón vaquero, una presencia como la de García Albiol es para echarse a temblar: un combinado de física y química que es capaz de echar un humo amenazante y divertido como el experimento de un escolar.

Francamente, ¿hay algo que pueda decir ese Mas o ese Romeva, pura sopa boba de convento, que no convierta en caldereta picante la guindilla de Albiol?

En realidad, García Albiol es la exageración o sublimación con la que el PP contesta a los políticos de moda revisteril, pero en más alto, en más joven y con más pectorales. ¿A ver quién le echa un pulso a Albiol? Y además, va y dice las cosas como si supiera que es el más alto, el más joven y el más fuerte del sopicaldo. De las frases de Albiol ya están los bomberos de la prensa incendiada haciendo sirena y alerta, porque es muy fácil interpretar adecuadamente (para la causa) el ímpetu verbal de ese portento físico…

Uno repasa algunas de las frases gloriosas de Albiol sin que un tonto se las analice, y corre a darse una ducha fría para quitarse el sudor; frase como ésa de que «no se inspecciona a nadie por ser paquistaní, pero ser de una nacionalidad en concreto no da derecho a nadie en España a vender carne caducada». Por muchas veces que la leas, sin que un tonto te la deconstruya, no aciertas a ver cuál de las dos frases sobra o es «peligrosa»: «No se inspecciona a nadie por ser paquistaní», algo estupendo, y «una nacionalidad en concreto no da derecho a vender carne caducada», lo cual es de agradecer. A este menú de ensalada de berro y berza, llega un chuletón a la piedra.

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