Un de las piezas de Giacomo Balla
Un de las piezas de Giacomo Balla - abc

Delicioso viaje por las vanguardias italianas

La Fundación Suñol repasa con una exposición las aportaciones de Giacomo Balla, Giuseppe Spagnulo y Staccioli, entre otros

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A los cinco sentidos se suma el sexto: pensar. Bajo esta premisa se dibuja la recoleta exposición que presenta la Fundación Suñol de artistas italianos. El señor Suñol viajó de continuo a Italia y en los años setenta y ochenta entabló buenas amistades (galeristas, artistas y coleccionistas) con el arte italiano del siglo XX. El título de la exposición «I sei sensi» bebe de la pieza de Alighiero Boetti que da la bienvenida y coherencia a esta muestra que arranca con el futurismo como punto de partida de las primeras vanguardias italianas.

Una «Fiore futurista» (1930), de Giacomo Balla, ocupa la primera sala. A pocos metros descubrimos el homenaje de Lucio Fontana a la píldora anticonceptiva: una escultura de hierro lila en forma oval con una raja de color púrpura.

La obra más antigua de la colección Suñol es «Linee-forza del pugno di Boccioni II» (1915), de Giacomo Balla. Esta lámina de hierro esmaltada es una de las joyas de la casa y encaja a la perfección en esta muestra colectiva de los hitos del arte italiano del siglo pasado.

Staccioli, Fontana y Spagnulo se interesaron por el tratamiento del espacio y de la forma articulando el abstracismo y el realismo en un rechazo total de lo figurativo. Sorprende un espontáneo retrato de Giuseppe Suñol, que firma Giuseppe Spagnulo, y en el que se incluye la dedicatoria al coleccionista. La cara no se reconoce, apenas pinta el gesto.

El último apartado es una reflexión a la aportación de Alighiero Boetti. «Hemos pensado la exposición como un “slow-show” para reivindicar que hay que dedicar tiempo a las cosas», destaca Xavier de Luca que se ha ocupado de coordinar la muestra. Boetti trabajó en los años setenta en el concepto de piezas muy sutiles.

«Para él lo más importante de la humanidad es el pensamiento», destaca De Luca. Vivió durante un tiempo en Kabul y conoció de cerca el trabajo de las mujeres que trabajaban los telares. «Encargó a las mujeres afganas este tapiz en el que descubrimos la fecha de 1958 escrita de diferentes maneras; tradición y modernidad se dan la mano en esta pieza que es un homenaje a las terribles guerras que sufre este país», apunta De Luca mientras nos descubre que la pieza clave de Boetti de este recorrido, «I sei sensi» (1978), está hecha con bolígrafo sobre papel. Hay que acercarse muy mucho para adivinar que no es madera sino paciencia y tinta de bolígrafo.

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