CÁDIZ CF

Bienvenidos a Primera

El partido del pasado domingo vino a mostrar, en toda su crudeza, el alto grado de exigencia y dificultad de esta categoría

El Cádiz CF perdió ante el Sevilla FC en el Estadio Ramón de Carranza. F. J.
Pepe Reyes

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La cara más amarga , la página más desoladora de la amplia enciclopedia futbolística sobrevoló, errante, sobre el césped del Carranza para desazón y congoja de la afición cadista. Que hacía tiempo que no disfrutaba tanto con el juego de su equipo, que no sólo fue capaz de contener las arremetidas del Sevilla FC sino que hasta prodigó acciones ofensivas con las que ponía en constante jaque a la zaga del rival. Pero unos fatídicos minutos postreros vinieron a derrumbar el sólido edificio que, a base de esfuerzo, sacrificio y buen hacer, se había conseguido erigir. Como si de un bautizo en la pila de élite se tratase, como una dura ceremonia iniciática para advenedizos, el partido del pasado domingo vino a mostrar, en toda su crudeza, el alto grado de exigencia y dificultad de esta Primera División , en la que cualquier mínimo fallo, cualquier nimio despiste, la más instantánea falta de atención, pueden provocar la pérdida definitiva de los puntos. De nada vale el buen encuentro que se haya podido realizar ni haber superado en casi todo al contrario, lo único que cuenta es el acierto con la portería y no conceder regalos al adversario.

Todo lo demás se olvida al instante o, a lo sumo, al cabo de varias horas. ¿Quién recuerda ya, fuera del ámbito local, el buen partido que hizo el Cádiz CF y la forma trágica e injusta en que se produjo su derrota? Absolutamente nadie. Lo único que permanece es la estadística fría que señala una victoria holgada del conjunto poderoso sobre el superado novel. Como tampoco se recordará el flagrante error arbitral que propiciaba el segundo gol sevillista y la caprichosa interpretación de una ambigua normativa, según la cual, la consulta del VAR o no, queda a discreción de los trencillas de turno. Y donde exista margen de interpretación, ésta oscilará siempre hacia el beneficio de los grandes. Con la evidencia de tan preclaro dictamen y con la lección bien aprendida, traspasamos el umbral de esta máxima categoría, en la que tanto nos queda por sufrir y disfrutar.

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