Cádiz CF

El fragor de la grada

'El inquebrantable binomio erigido entre la hinchada y el plantel ha de mantenerse férreo'

La afición lo tiene claro: la lucha no se negocia.

Un estallido de júbilo, una exaltación unánime de alegría con el redentor gol de Cala en el último minuto, vino a liberar a la grada de toda la tensión, de todo el nervio acumulado a lo largo del partido. Un tanto, que si bien establecía justa recompensa al esfuerzo y el denuedo derrochados por el equipo, no puede tampoco ocultar las arduas penalidades sufridas ni las carencias exhibidas en la elaboración del juego.

Demasiado reiterativo en el uso de su escaso repertorio de recursos, viscoso en la circulación de balón, desacertado en el intento de centros y pases con cierta profundidad, exiguo en su capítulo de remates a puerta, el Cádiz CF emanaba tal sensación de impotencia que la afición, resignada, veía como el tiempo corría veloz e inexorable hacia la pérdida de dos nuevos puntos.

Pero esta vez, la ruleta postrera de la suerte nos tenía reservada la inmediata devolución de la victoria que ella misma nos birlara frente al Mirandés. Redimidos y aliviados, pero en nada convencidos por el fútbol contemplado, los asiduos al Carranza, contentos y preocupados a la vez, por fin respiraron hondo cuando el encuentro finalizaba.

Unas dudas que han calado en la afición pero que no deben suponer óbice alguno para que ésta siga entregada con su equipo y permanezca brindándole el calor, el apoyo y la fortaleza que siempre le ha transmitido. El inquebrantable binomio erigido entre la hinchada y el plantel ha de mantenerse férreo y sin fisuras, pues esta unión se antoja indispensable para optar al éxito final. Punto éste en el que, de un tiempo a esta parte, parece haber perdido nuestro estadio ese carácter de simpática algarabía, de escenario colorista y festivo que durante bastantes temporadas lo caracterizó. Y ahora que el equipo tanto lo necesita, el fragor del graderío debe surgir de un canto unísono , de unas palmas unánimes, repartidas por igual en todos sus peldaños y sectores. Que el aliento recibido por los jugadores consista en algo más que el cansino, aséptico, machacante retumbar de un tambor tras una portería.

  

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