CRISIS DEL CORONAVIRUS

Mascarillas artesanales desde Conil de la Frontera para frenar al coronavirus

La diseñadora Ana Rufino y sus alumnas fabrican mascarillas de manera altruista ante la escasez de producto en el mercado

David Ávila

La crisis sanitaria, económica y social que está generando el coronavirus está haciendo sacar lo mejor de cada persona . El Estado de Alarma en el que se encuentra sumido nuestro país obliga a la población a estar confinados en sus domicilios y no salir a la calle salvo causa de fuerza mayor.

Esta situación excepcional ha hecho que la mayoría de negocios, establecimientos y trabajadores autónomos se hayan visto obligados a cesar su actividad de manera inminente, y por tiempo indefinido en vista de la propagación del COVID-19 en España.

Ana Rufino, diseñadora de Conil de la Frontera, es una de estas trabajadoras que tuvo que cerrar la semana pasada su taller de costura y su tienda de tejidos . Actualmente no puede impartir clases de patronaje y corte, pero ha decidido aprovechar el tiempo, junto a un grupo de alumnas de su taller, para aportar su gratino de arena a la sociedad.

Y es que durante este confinamiento domiciliario, este grupo de mujeres se está dedicando, cada una desde su domicilio particular, a fabricar mascarillas artesanales de manera altruista para todos aquellos que lo necesiten.

La Cooperativa Nuestra Señora de las Virtudes de la localidad fue la primera que les solicitó mascarillas para sus trabajadores ante la imposibilidad de encontrar este artículo en ninguna farmacia. A partir de ahí, las peticiones se han multiplicado por parte de empresas, trabajadores y particulares no sólo de Conil de la Frontera, sino de otros municipios como San Fernando o Chiclana.

Personal del Hospital Puerta del Mar de Cádiz ha contactado recientemente con esta diseñadora. Y es que en los últimos días, incluso los trabajadores de los hospitales y centros de salud ganitanos están teniendo problemas de desabastecimiento de ciertos productos que se antojan prioritarios para prevenir un posible contagio durante su jornada laboral.

«Comenté la petición que me había hecho la cooperativa en un grupo de Whatsapp que tengo con las alumnas y rápidamente nos pusimos manos a la obra sin dudarlo. Empezamos usando retales y elásticos que teníamos cada una en su casa », explica Rufino.

A partir de ahí, el Ayuntamiento de Conil de la Frontera se ha unido a esta iniciativa solidaria y se encarga de proporcionarles los materiales que les van haciendo falta. Algunos hoteles de la localidad, en vista de su obligado cierre a causa del coronavirus, también le están facilitando sábanas para hacer mascarillas artesanales.

Actualmente, más de 40 mujeres se han sumado a la causa y están elaborando mascarillas para todo aquel que lo necesite: «El torno al 60% de las personas que están en este grupo de Whatsapp se ha puesto a fabricar en sus casas. Hay alguna compañera que no puede bien porque no tiene máquina de coser en el domicilio o porque tienen niños pequeños y no tienen tiempo».

Ana Rufino reconoce que ya han perdido la cuenta de las mascarillas que han fabricado : «Hemos entregado más de 100 en la cooperativa de Conil, unas 40 en el Ayuntamiento, en torno a 60 en la Policía Local y unas 45 en la residencia de ancianos. También hay empresas y establecimientos como talleres o tiendas de comestibles que se van llevando 5 o 6 para cubrir la necesidad de sus propios trabajadores».

El teléfono de esta diseñadora conileña no deja de sonar estos días. Decenas de mensajes de gente incluso que no conoce ofreciéndose a unirse a este grupo para aportar su granito de arena en esta complicada situación que estamos atravesando: «Hay muchas personas que saben coser y ahora tenemos mucho tiempo confinados en casa . Cuanta más gente se anime a realizar mascarillas mejor», apunta.

Pese a que no son mascarillas sanitarias, desde el Centro de Salud de la localidad le han confirmado que ofrecen cierta protección frente al contagio : «Las hacemos con tejidos de algodón. Estas mascarillas se pueden esterilizar con un lavado de agua caliente con un chorrito de lejía y luego planchadas. La idea es que cada tres horas de uso, se laven y se vuelvan a utilizar».

Más allá de las peticiones que le han hecho empresas y comercios, también hay particulares que se acercan hasta sus domicilios para adquirir alguna mascarilla ante la imposibilidad de obtenerlas en las farmacias: «Han venido personas que se han operado del corazón o que tienen una cita en el hospital y no quieren ir sin ninguna protección ».

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