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«Queremos justicia»

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«Queremos justicia»

La familia y los vecinos de María Esther, conmocionados, participaron en una concentración de repulsa en Paterna

22.01.11 - 12:04 -
«Es lo peor que le puede pasar a alguien. Perder a una hija de esa manera». Miguel Noble hace tiempo mientras los vecinos comienzan a arremolinarse frente a las puertas del ayuntamiento de Paterna. Habla del tema, como casi todos, poniéndose en la piel de María del Carmen Villegas, la madre de Esther, la niña de 13 años que desapareció en Arriate (Málaga) el pasado miércoles y cuyo cadáver encontró un bombero el jueves, con evidentes signos de violencia, junto a la caseta de una depuradora. «Todo lo que le pase al asesino será poco», dice un chico, sin ningún ánimo de seguir la conversación, más bien pensando en voz alta. A la una está prevista que arranque una concentración de repulsa en la plaza, convocada por el alcalde con urgencia, y por las calles cercanas empieza a subir un reguero lento de amas de casa, albañiles, peones y estudiantes. Las señoras, con gesto serio, se agarran del brazo. Los chavales del instituto caminan mirando el suelo. «Lo peor que le puede pasar a alguien». Que la niña salga un rato, a reunirse con sus amigos en el sitio de siempre, cerquita de los recreativos, y no vuelva.
Miguel Noble explica que la familia residía en la misma barriada que él, en Los Silos, y que son gente cumplidora y honesta, de la que está acostumbrada a moverse hasta donde haga falta para encontrar trabajo. Hace cuatro años se marcharon a Arriate, de la misma forma que antes lo habían hecho a otros lugares de Andalucía, siguiendo el ciclo de los temporeros: aceituna, fresa, espárrago. En Málaga encontraron un sitio fijo, pero volvían cada poco, la última vez hace mes y medio, para que la niña viera a sus abuelos.
Hechos polvo
«Lo peor que le puede pasar a alguien». Toda la familia de Esther salió el jueves por la noche para Arriate, menos su tío Alberto y su tía Manuela. Poco antes de la hora de la concentración, sus vecinas de la barriada Nuestra Señora de la Iniesta pasaron a recogerla. María, con la puerta entreabierta, dudaba sobre si debía subir a la plaza, o quedarse con los chiquillos. «No puede ser», repetía. «No puede ser». Pero fue. «Estoy destrozada. No quiero pensar cómo estará mi hermana» Manuela ni siquiera acertaba a recordar quién y cuándo le había dado la noticia. «Primero hay que saber lo que ha pasado, después ya veremos».
Se echó encima algo de abrigo y se dejó llevar por sus vecinas, hasta la plaza. «Está tocada. No se da cuenta. Siempre que la niña volvía a Paterna se quedaba aquí, con los primos. Se ha pasado media vida jugando en los escalones de mi casa. No sé cómo alguien ha podido hacerle eso. No me cabe en la cabeza. Era un cielo», cuenta una de las mujeres que ayuda a Manuela a llegar a las puertas del ayuntamiento.
Otro de sus tíos, Alberto, ha decidido quedarse en Paterna porque no se fía de cómo podría llegar a reaccionar. «He tenido ansiedad y fiebre. Estamos hechos polvo. No nos lo podemos creer. Le pedimos a la Policía que encuentre a quien sea. Ahora sólo queremos justicia».
En la plaza se guarda silencio. El director del colegio Perafán de Ribera, José Manuel Verdugo, recuerda que la niña estudió allí hasta los ocho años: «Era una cría buena, amable, muy extrovertida. Sus compañeros la echaban de menos. Se han ido enterando de la noticia y están desconcertados». Como el resto del pueblo, que vuelve poco a poco a las tareas cotidianas. Los vecinos tienen claro el siguiente paso. En cuanto haya un culpable, recogerán firmas para exigir la cadena perpetua.
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Amigos y familiares de la familia se concentraron ayer en Paterna para mostrar su rechazo. / J.F.
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