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El lado oscuro de la Santa Sede
Actualizado: 18:10

Sombras del pontificado de benedicto xvi

El lado oscuro de la Santa Sede

Los casos de pederastia, las intrigas financieras y el escándalo 'Vatileaks' agitaron las noches de sueño del Papa

11.03.13 - 18:10 -

«Hay que deplorar la suciedad dentro de la Iglesia», clamó Joseph Ratzinger en el famoso Via Crucis antes de su elección. La realidad de su mandato desdice aquellas palabras. Las acusaciones de pederastia en el seno del clero, los escándalos financieros y el llamado 'caso Vatileaks' -el goteo de papeles reservados de la Santa Sede que culminó con la detención de su mayordomo- han agitado las noches de sueño de Benedicto XVI. Como en una mala novela de intrigas papales, el Vaticano se ha revelado un nido de cuervos en torno a una figura impotente que cargaba con un inasumible legado.

El Vaticano ha admitido más de 2.000 casos de pederastia desde 2001. Una cuestión que acabó por imponerse al Papa en su agenda y perseguirle allá donde fuera. Siempre se le ha recordado que en su etapa como arzobispo de Múnich acogió a un sacerdote acusado de pedofilia por tres familias. Quiso denunciar al cardenal de Viena, Hans Hermann Groer, por idéntico motivo, pero tuvo que rendirse a la corriente contraria de la Curia. Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, compró el silencio sobre su caso. Ratzinger rechazó su dinero y reactivó su expediente saliendo a la luz la verdad. Maciel fue el asesor principal de Wojtyla, inmune a toda condena pese a la oposición de Benedicto XVI, que solo pudo poner orden cuando llegó al trono de San Pedro. Siendo el que más ha hecho contra la pederastia, le tocó pagar el pato.

El Vaticano ha tardado años en decir explícitamente que los sospechosos debían ser llevados ante los tribunales. Tras sucesivas menciones genéricas a la necesidad de justicia desde Juan Pablo II, fue en julio de 2008, durante su visita a Sídney, cuando Ratzinger pidió perdón por primera vez. «Me gustaría reconocer la vergüenza que todos nosotros tenemos que sentir como resultado de los abusos sexuales de menores cometidos por algunos sacerdotes y religiosos en este país», expresó. La disculpa fue un poco más lejos que la ofrecida poco antes a las víctimas estadounidenses, al exigir en aquella ocasión de forma contundente que los culpables fueran juzgados.

La Santa Sede se defendió en el escándalo de la pedofilia haciendo gala de la política de comunicación errática que ha marcado el pontificado de este Papa: publicando un documento interno en el que ordenaba denunciar a las autoridades civiles cuando se conociera algún caso. La orden es de 2003, al año siguiente de que estallara el escándalo de la pedofilia en Estados Unidos. Confirmó, de rebote, que antes no existía. Ayer, una asociación de víctimas irlandesas de abusos celebraba su renuncia: «Tuvo una gran oportunidad de abordar décadas de abusos, pero no hizo nada».

Abucheos en San Pedro

Un sector de la curia vaticana, la casta de diplomáticos pontificios, considera que el actual Papa ha ido demasiado lejos no solo al intentar atajar la permisividad con los abusos a menores, sino también al exigir la transparencia en los dineros de la Iglesia. El Ángelus de los domingos en San Pedro el pasado mes de mayo llegó a ofrecer una escena nunca vista: Benedicto XVI abucheado, literalmente pitado.

Centenares de personas protestaban por el silencio de la Santa Sede en el caso de Emanuela Orlandi, una chica de 15 años, hija de un empleado vaticano, desaparecida en 1983. Un misterio turbio en el que se sospecha una extorsión a la Santa Sede de la Mafia y el mundo criminal por un gran préstamo no devuelto, dentro de los escándalos del banco vaticano en los ochenta.

Fue el momento de máxima fragilidad del Papa, tras días infernales que arrancaron con el cese del presidente del banco vaticano, fichado menos de tres años antes para sanear la entidad, y que había escrito un dossier para ser enviado al pontífice por si le pasaba algo. Dijo que «temía por su vida».

La pesadilla siguió la misma semana con el arresto del mayordomo del Papa, Paolo Gabriele, 'Paoletto', acusado de ser uno de los 'topos' que pasó a la prensa papeles secretos del Vaticano. Su detención, algo histórico, fue un golpe muy duro para Ratzinger, que se confesó «dolorido». Era la persona que le vestía, le servía la comida y le acostaba cada día. Entre enero y mayo de 2012 se filtraron decenas de documentos internos, un hecho sin precedentes en la historia de la Iglesia católica, que desvelaron intrigas y juegos de poder. Fue un golpe tremendo a la imagen del Vaticano, y además lanzado desde dentro. Los denominados 'cuervos', porque nunca se supo cuántos eran, pasaban papeles a la prensa, según explicaban, indignados por lo que veían en la Curia y para que se hiciera limpieza. Las cartas incluyeron la delirante denuncia interna de una ridícula conspiración para matar al Papa.

'Vatileaks' culminó con el libro 'Su Santidad', donde había medio centenar de papeles de todo tipo. Entre ellos, incluso, un mensaje a la nunciatura en Madrid sobre una petición de ETA para que el Vaticano avalara en 2011 una declaración de tregua. El libro delató de inmediato a Gabriele, pues algunos documentos solo podían haber salido de su mano. Fue detenido al día siguiente de su publicación y procesado en un juicio rápido en octubre.

Las pasadas Navidades, Benedicto XVI y 'Paoletto' se vieron las caras en la cárcel de la Gendarmería vaticana, donde cumplía su condena de año y medio. Tras hablar unos quince minutos, el Papa le dio su perdón. No podrá vivir en el Vaticano, pero le buscarán un hueco en alguna estructura eclesiástica y le seguirán manteniendo. 'Paoletto' fue el cabeza de turco de un espionaje sistemático. Nadie se cree que actuara solo y no se ha encontrado al autor de otras filtraciones a medios italianos. El lado oscuro devoró la imagen de la Santa Sede pese a la operación de limpieza que emprendió Benedicto XVI. «Estamos reviviendo la misma experiencia de Babel», lamentó el pasado año en la misa de Pentecostés.

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Benedicto XVI acabó perdonando a su mayordomo, Paolo Gabriele, acusado de filtrar documentos internos del Vaticano. :: REUTERS

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