Cuando Benedicto XVI abandone la silla de Pedro, volverán a circular las quinielas de candidatos a ocupar su puesto. Regresarán entonces las especulaciones, los análisis sobre si lo que conviene a la Iglesia es un Pontífice joven y las conjeturas acerca de si los italianos recobrarán el terreno perdido después de dos papas ‘extranjeros’ (uno polaco y otro alemán). Hay teorías para todos los gustos, incluidas elucubraciones en el sentido de que Ratzinger puede haber dejado atada su sucesión. Las apuestas sobre el hombre que regirá los destinos de la Iglesia católica después de Ratzinger es un entretenimiento periodístico que cosecha un alto porcentaje de fallos. Aun así, a medida que se van agotando los días para que comience el cónclave, los nombres se suceden. Aquí se ofrecen algunas pistas con miras a la elección del nuevo papa, sujetas siempre a un alto grado de incertidumbre.
De las muchas especulaciones que corren sobre quién lucirá el anillo del Pescador, hay una especialmente recurrente, la que dice que ha llegado la hora de que los italianos recuperen el poder. Son 35 años los que han transcurrido sin ningún papa nacido en Italia y algunos vaticanistas dicen que ya toca. De los 117 miembros del colegio cardenalicio con derecho a voto, 28 son cardenales italianos, el mayor bloque nacional dentro del cónclave.
Entre las personalidades italianas que más suenan como posibles sucesores de Benedicto XVI figura Angelo Scola. Su nombramiento como patriarca de Venecia por Juan Pablo II y como arzobispo de Milán por Benedicto XVI puede suponer una ventaja con vistas a la sucesión. La poderosa archidiócesis de la que es titular Scola, de 71 años, alumbró dos pontífices: Achille Ratti, que en 1922 se encargó de la jefatura de la Iglesia como Pío XI, y Giovanni Battista Montini, que gobernó el orbe católico con el nombre de Pablo VI. El arzobispo de Milán cuenta con las simpatías de Comunión y Liberación, un movimiento con poder e influencia en Italia. Como Ratzinger, Scola es un teólogo reputado, aunque sus críticos echan en falta el carisma y la vitalidad que adornaban a Juan Pablo II, por ejemplo.
Dentro de la lista italiana se halla también Gianfranco Ravasi. Como presidente del Consejo Pontificio para la Cultura, ha representado a la Iglesia en los ámbitos de las artes, la ciencia, la cultura e incluso ante los ateos. Esta trayectoria podría perjudicarle si los cardenales apuestan por un pastor avezado en vez de un intelectual al estilo de Benedicto XVI.
América Latina
Para muchos observadores, América Latina, que cuenta con 500 millones de católicos de los 1.200 millones existentes en el mundo, debe ser la tierra de la que surja el nuevo obispo de Roma. Hablar de ‘papables’ latinoamericanos exige citar al hondureño Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa y actual presidente de Caritas Internationalis, la mayor organización caritativa de la Iglesia. Maradiaga, un hombre amable y cercano, salesiano de 70 años, es tenido por un exponente del ala progresista de la Iglesia. En el anterior cónclave su nombre apareció en múltiples quinielas, si bien ahora, sus 70 años son vistos más como un inconveniente. Si hace ocho años los cardenales optaron por un papa de transición y eligieron a Ratzinger por su edad avanzada, ahora parece llegado el momento de nombrar a un pontífice joven, que imponga un legado perdurable.
Brasil, el país con el mayor número de católicos en el mundo, ofrece dos figuras descollantes: los cardenales Claudio Hummes y João Braz de Aviz. El primero, hijo de los inmigrantes alemanes, posee una acreditada fama de pacificador. Arzobispo Emérito de Sao Paulo, Hummes fue elegido en 2006 prefecto de la Congregación para el Clero. Su compatriota João Braz de Aviz se ha labrado un prestigio y reconocimiento por su talante moderado. Preside la congregación para los Institutos de Vida Consagrada, con mucho peso en el Vaticano.
Dentro de los candidatos que desmentiría el ascendiente de los cardenales europeos figura el canadiense Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos. Políglota, Ouellet habla español y es un perfecto conocedor de la Iglesia en América. Ha sido distinguido con numerosos gestos que denotan el aprecio que Benedicto XVI siente por él. En Canadá, ha tenido que afrontar la galopante secularización de la sociedad en la zona francófona y la crisis de vocaciones.
Quienes sostienen que Ratzinger se va del cargo dejando las cosas amarradas miran al francés Jean-Louis Tauran, de 69 años. Tauran preside el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, es un diplomático experimentado y habla varios idiomas. Como cardenal protodiácono le corresponde la misión de anunciar al mundo el nombre del nuevo pontífice, salvo que él mismo resulte elegido.
¿Y si el Papa fuera negro? En este sentido, los candidatos con más posibilidades son el ghanés Peter Turkson y el nigeriano Francis Arinze, dos purpurados cuyos nombres se citan con frecuencia en las casas de apuestas británicas como ‘papables’. Turkson, de 64 años, es el africano más aclamado para ocupar la silla de Pedro. Consiguió el birrete cardenalicio en 2003, habla inglés, francés, alemán, hebreo, italiano y su lengua nativa, el farva, además de escribir en latín y griego. Es un profundo conocedor de la Biblia y dirige el ‘ministerio’ vaticano Justicia y Paz.
Arinze, de 80 años, tiene en su provecta edad, el principal obstáculo para erigirse en el líder del orbe católico. Prefecto emérito de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, el clérigo nigeriano abrazó el catolicismo a los nueve años. En 1985 Juan Pablo II le designó cardenal. Los dos ‘papables’ africanos se muestran conservadores en la doctrina moral en asuntos como el uso del preservativo para frenar el avance del sida en África.
