La agenda política de este 2013 no la ha marcado el PP. El partido que preside Mariano Rajoy ha centrado todos sus esfuerzos en intentar neutralizar el efecto provocado por los negocios de Luis Bárcenas, quien tras formar parte durante más de 20 años del área económica de los populares -que dirigió desde 2008 hasta 2010-, reconoció ante el juez Ruz la existencia de una contabilidad b en la formación de centro derecha donde, entre otras cuestiones, se anotaban pagos de los presuntos sobresueldos que habrían supuestamente recibido los componentes de la cúpula del PP, entre ellos, el propio Rajoy, según consta en los denominados papeles de Bárcenas.
Pese a la gravedad de la denuncia, el caso estaba provocando una erosión leve en la credibilidad del partido, hasta que el pasado julio salieron a la luz una serie de mensajes de texto telefónicos intercambiados entre Bárcenas y Rajoy, meses después de que se hubiera conocido que el extesorero guardaba más de 30 millones de euros en cuentas de bancos suizos. "Luis, no es nada fácil pero hacemos lo que podemos", comentaba el presidente del Gobierno a su antiguo colaborador en uno de estos mensajes. El más comprometedor, sin embargo, fue el de "Luis, aguanta".
Los grupos de la oposición reclamaron la inmediata comparecencia del jefe del Ejecutivo en el Congreso para dar explicaciones sobre el escándalo, ante la lejana mirada de unas bases del PP que quedaron conmocionadas por la sucesión de acontecimientos.
La primera intención de Rajoy fue la de dejar correr el tiempo, alegando que Bárcenas no iba a marcar la agenda política del país. Sin embargo, los duros editoriales de la prensa internacional ante la falta de transparencia del presidente español y la amenaza de una moción de censura del PSOE obligaron a Rajoy a dar el paso.
El 1 de agosto, con medio país de vacaciones, el presidente del Gobierno compareció en el Parlamento para enviar dos mensajes centrales: reconocer que su error había sido "creer a un falso inocente", en alusión a Bárcenas y, sobre todo, dejar claro que no pensaba dimitir, pese a la insistencia de la oposición.
María Dolores de Cospedal, secretaria general del PP, también tuvo que tragarse muchos sapos a cuenta de Bárcenas. Unas veces, por errores propios, como cuando aseguró en rueda de prensa que se había "pactado" una simulación de indemnización con Bárcenas "en diferido", y otras porque los miembros del Ejecutivo, y algunos miembros de la dirección del PP, le dejaron sola en la defensa de la honorabilidad de la formación que fundó Manuel Fraga.
Pese a la sombra de corrupción y al desgaste que provoca apoyar al Gobierno que más sacrificios ha pedido a los españoles en democracia, el PP sería hoy por hoy la fuerza más votada, según el CIS. Eso sí, perdería entre diez y doce puntos con respecto a las elecciones generales de 2011. Su primera prueba de fuego electoral llegará el próximo 25 de mayo con los comicios europeos.
