«Los políticos deben pensar más en qué es lo mejor para España»

Entrevista con el expresidente de la Junta de Andalucía José Rodríguez de la Borbolla

José Rodríguez de la Borbolla fue presidente de la Junta entre 1984 y 1990, y secretario general del PSOE andaluz entre 1977 y 1988 Vannesa Gómez

Manuel Contreras

—Reaparece usted para apoyar la figura histórica del Rey Juan Carlos.

—En el manifiesto nos referimos al reinado de Juan Carlos I y a la validez de la monarquía parlamentaria. En cuanto al reinado de Don Juan Carlos, hay que distinguir tres niveles. El primero, el institucional, de representación, que ha sido impecable. En segundo lugar el político, en referencia al conjunto de actitudes y consejos que dio para impulsar un cambio en el país, que también es absolutamente positivo. Y por último está el nivel privado, en el que han aparecido actitudes cuestionables que desde el punto de vista de la Justicia ya se verán, porque que yo sepa aún no está imputado por nada.

—¿Los comportamientos privados pueden cuestionar un sistema?

—No, y en el caso de un república tampoco. Por ejemplo, Trump es un golfo, pero a los americanos no se les ocurre cuestionar su sistema de Gobierno. Y en otras monarquías también se han dado comportamientos cuestionables. La figura del Rey Emérito en el ejercicio de sus funciones fue absolutamente positiva para la creación de una España nueva.

—En otros países con monarquías no se argumenta que al Rey no lo ha votado nadie.

—Pero es que en España se votó. El pueblo refrendó la Constitución con una mayoría abrumadora en referéndum, y el texto incluía la figura del Rey en el marco de una monarquía parlamentaria.

—¿El objetivo es el Rey Emérito, o esto es parte de una estrategia para derogar la Constitución?

—Hay grupos políticos y grupos de opinión que intentan cuestionar la monarquía parlamentaria. ¿Para qué? No se sabe, yo diría que para poner en cuestión lo poco que hay de estable en la España actual. La monarquía parlamentaria es un régimen democrático absolutamente convalidado, una de las formas de gobierno democrática que existen. En los rankings mundiales de democracia plena que elabora The Economist, entre las veinte primeras naciones hay siete monarquías parlamentarias. Y España aparece por delante de Estados Unidos, Francia o Italia. Por eso digo que va en contra de la lógica política. Ahora hay políticos, no solo en España, que piensan que en política el discurso es el mensaje, que el discurso es la política, y no es así. La política es la acción transformadora. En España y otros países se está dejando en un segundo plano la voluntad de transformación y se dedican a hacer discursos, regidos por gurús de la comunicación. Aquí juega todo el mundo al corto plazo, a ver qué se hace al día siguiente.

—Con los gurús se pueden ganar elecciones. Pero luego llega una pandemia y se descubre el pastel. Si no sabes gestionar haces el ridículo.

—A propósito de la pandemia, me parece que además de todo lo malo está teniendo algún efecto positivo. En lo que a mi partido respecta, me parece que el Gobierno ha empezado a madurar. Y con el coronavirus, en términos generales, el aparato del Estado ha superado a los aparatos de las comunidades autónomas y ha solventado la falta de coordinación entre las comunidades.

—¿Cree entonces que las autonomías deben tener un límite competencial a partir del cual debe prevalecer la centralidad?

—No hay que demostrar nada que no esté en la Constitución. En la Constitución se pregona la necesidad de la coordinación interadministrativa, y para ello tiene que haber alguien que coordine. Pero históricamente el Gobierno de la nación ha ejercido poco de coordinador.

—Hay materias en las que directamente ha claudicado, como la Educación.

—En cualquier ámbito en que el Estado tenga competencias legislativas, y eso es en Sanidad, Educación y muchas otras materias, hay que actuar más coordinados. Porque si no se da la circunstancia de que en Cataluña, y es solo un ejemplo, han tenido que aprobar dos textos refundidos en menos de veinte años por la cantidad de normas urbanísticas que se han hecho. En Andalucía, entre 2002 y 2010 ha habido más de 300 normas de Urbanismo. Los parlamentos regionales pensaron que ellos se legitimaban legislando, y no es así, no hace falta un mínimo de leyes.

—Retomo el hilo del acoso a la Constitución. ¿Está el modelo de Estado realmente en riesgo?

—Pienso que no, pero debemos de trabajar para que no pase a estar en riesgo. La estabilidad es un valor fundamental en estos momentos de crisis en el que está desapareciendo parte del mundo que hemos vivido. ¿Quién sabe cómo va a ser el turismo a partir de ahora, o el ocio, o cómo se va a repartir el PIB entre los distintos países? En estas circunstancias, la estabilidad es un valor, porque permite diseñar iniciativas a corto, medio y largo plazo. Tras firmar el manifiesto he recibido parabienes de todo el espectro político y personal, desde la izquierda más radical hasta personas muy conservadoras. Hasta sevillistas (ríe). Hay un sentimiento transversal en la sociedad española.

—¿Cuál es la receta contra la crisis?

—Mire a Europa. En este momento de crisis, partidos opuestos, como populares, socialdemócratas y liberales se han puesto de acuerdo para diseñar en común acuerdo unas políticas financieras rupturistas con el pasado.

—¿Eso es posible aquí?

—En España los políticos actuales, que son todos bastante jóvenes, tendrían que pensar en dejar a un lado sus conveniencias personales y los consejos de quienes quieren verlos todos los días en el machito y ponerse a pensar en qué sería lo mejor para España. Y me atrevo a decir que en España haría falta un gran acuerdo constitucional y buenos acuerdos para marcar un camino compartido en lo económico y lo social. No pensar en que si hago esto o lo otro pierdo votos por la derecha o por la izquierda. Son riesgos que hay que correr. Cuando nombran a Churchill primer ministro, designa un gabinete de guerra en el que están sus enemigos internos de partido y los laboristas. Lincoln, cuando es elegido presidente por segunda vez y sabía que iba a haber una guerra, hizo un gabinete en el que incluye a sus competidores en las elecciones. Eso es política. Hay que integrar esfuerzos.

—El espíritu del 78. Quizás el problema de raíz es que nos alejamos de él.

—Por parte de muchos se ha intentado devaluar la Transición, por la izquierda y por la derecha. Intelectuales que no participaron en el proceso quieren ahora, desde la pureza de ideas, decir lo que debía haber sido y no fue. Y ahora quieren imponer el modelo que les hubiera gustado a ellos. Pero la política no es así, hay que tener en cuenta la realidad.

—Y no ve tibieza, por decirlo de forma suave, en su partido a la hora de defender estos valores del 78?

—No, no creo que haya tibieza. Creo que hay personas con un cierto afán de dejar su propia huella en la historia. Pero hay que ver qué tipo de huella se elige, no tiene por qué ser una huella de ruptura con lo que has encontrado. No a todas las generaciones les toca hacer una Constitución. Mire la de Estados Unidos: es de 1787 y ahí sigue, con sus oportunas enmiendas para actualizarla.

—Pues si no es su partido, serán las malas compañías.

—Ya le he dicho que la dirección del PSOE y la parte del Gobierno ha madurado, o está empezando a madurar. En Podemos hay personas serias, como la ministra de Trabajo, que es hija de un comunista serio, un secretario general de CC.OO. que se hartó de pactar, y eso se lo habrá transmitido a su hija. La ministra de Trabajo ha reivindicado el principio de precaución en política, y eso es maravilloso. Ya dijo Churchill que en política nunca se puede poner en peligro la vida de una generación por la defensa de una idea. Por lo demás, en una coalición de gobierno siempre hay que adaptarse al socio.

—En el manifiesto ha coincidido con personas con las que tuvo públicas diferencias. ¿Han hecho ustedes su propia reconciliación?

—Es cierto que mantuvimos diferencias, pero tuvimos muchísimo más tiempo de trabajo en común que diferencias, y eso es lo que al final ha prevalecido. Estoy en una situación de serenidad personal muy grata.

—En este nuevo clima, ¿alguien le ha pedido disculpas o ha pedido usted disculpas a alguien?

—Hay cosas curiosas. En alguna reunión con viejos colegas que hemos estado enfrentados, hay quien dijo públicamente que «revisando el pasado, os tengo que confesar que he echado de menos a Pepote». Pero disculpas no, porque en política se toman decisiones sin mala fe. Lo importante es que el camino que recorrimos valió la pena.

—Una última pregunta. ¿Por qué perdió el PSOE la Junta de Andalucía?

—Si usted mira los sondeos demoscópicos previos a las elecciones de 2018 verá que la gente estaba convencida de que el PSOE iba a ganar las elecciones y que Susana era la preferida por los votantes. Ese estado de confianza hizo que mucha gente se abstuviera. También por algunas incidencias menores, como la desazón que cundió entre los cazadores por el anuncio de limitaciones a la caza o las amenazas a los coches diésel. En coyunturas electorales ajustadas estas cosas pueden llegar a ser determinantes.

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