La cuenca del Guadiamar, cinco años después del desastre DÍAZ JAPÓN
MEDIO AMBIENTE

El Parque Nacional cicatriza la herida de la «catástrofe de Aznalcóllar»

Una inversión de 113,6 millones de euros ha permitido la recuperación de los tradicionales aportes de agua al emblemático espacio protegido

SEVILLA Actualizado: Guardar
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Una inversión de más de 113 millones, aportados por el Gobierno central, a través de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG), ha permitido llevar a cabo en el entorno de Doñana una de las mayores actuaciones ambientales nunca realizadas en España, el «Plan Doñana 2005». Los trabajos comenzaron en 1999, un año después de la catástrofe de Aznalcóllar, la rotura de la balsa de la mina de esa localidad sevillana que inundó de lodos tóxicos el río Guadiamar, afluente del Guadalquivir, que vuelven a llevar sus aguas hasta las marismas del espacio protegido. Y las labores han concluido, aunque no en su totalidad, muy recientemente. Con ellas se ha conseguido recuperar gran parte de los originales aportes hídricos al Parque Nacional; se ha evitado el cegamiento de la zona conocida como Madre de las Marismas situada frente a la ermita del Rocío debido al constante arrastre de arenas; se ha impedido que la contaminación minera llegara al corazón de Doñana, y algo muy importante, se ha logrado la permeabilidad de la marisma con el estuario del Guadalquivir, ya que el estancamiento del agua ponía en peligro la supervivencia de este ecosistema.

La Ley que lo hizo posible cumple en este mes su 37 aniversario.

Últimas actuaciones

Jaime Palop, expresidente de la CHG, y actualmente ingeniero de Obras de este organismo, acompañó a la ministra de Empleo, Fátima Báñez, y al presidente de la CHG, Manuel Romero, en la inauguración de la última de las actuaciones programadas en el «Plan Doñana 2005». Palop comenta a ABC el alcance de esta magna actuación que ha pasado por múltiples vicisitudes.

Palop se remonta al 25 de abril de 1989, cuando se rompe la balsa de estériles de la mina Boliden Apirsa de Aznalcóllar y se produce la riada tóxica a través del río Guadiamar. Unos residuos que en su mayor parte se depositan en la zona de Entremuros de Doñana, junto a la marisma. Para impedir que las lluvias del otoño arrastraran los residuos mineros al interior del Parque se prolongó «por emergencia» la conocida como montaña del río, una franja de tierra que se levantó en los años 80 para blindar a Doñana de las aguas del Guadiamar.

Un año después de la catástrofe el Gobierno central ideó un programa de recuperación medioambiental de la zona, y se proyectaron ocho medidas

La obra, efectivamente, impidió que penetrara el lodo tóxico pero, explica Palop, se cortó la comunicación del aporte fluvial con la marisma. Un año después de la catástrofe el Gobierno central, siendo ministra de Medio Ambiente Isabel Tocino (PP), ideó un programa de recuperación medioambiental de la zona, y se proyectaron ocho medidas. Al frente de este trabajo fue nombrado coordinador el exministro de UCD Félix Manuel Pérez Miyares, y cuya labor ha sido muy reconocida.

En paralelo, la Junta de Andalucía acometió el proyecto del Corredor Verde del Guadiamar, convirtiendo toda la ribera del río en un lugar de esparcimiento, con senderos para recorrer a pie, en bici o a caballo, centros de información y otras infraestructuras.

Por lo que respecta al «Plan 2005», además de recuperarse ahora el caudal histórico del Guadiamar, se construyó una depuradora en El Rocío y se encauzaron diversos arroyos para que el arrastre de arenas no colmatara las marismas.

Con el último proyecto que afecta al Guadiamar se permeabiliza también la marisma con el estuario del Guadalquivir, garantizando los aportes de agua salada. Tras permanecer la marisma aislada a consecuencia de la riada tóxica, en las épocas de lluvia se inundaba y tardaba muchísimo en evaporarse, por lo que la vegetación se convertía en inservible para alimentar a múltiples especies, apunta Palop. En 2011 se acometió una obra para llevar el agua de la marisma hasta el río a base de compuertas. Y en una segunda fase, ahora concluida, lo contrario, pasar agua del río a la Marisma a través del Caño Travieso.

De forma global, apuntó Jaime Palop, la inversión ha alcanzado los 113,6 millones de euros, de los cuales 73 se han dedicado a expropiaciones de terrenos para convertir superficies agrícolas en «paisajes naturalizados». A ello se ha sumado la compra por casi 50 millones de euros de una finca agrícola, «Los Mimbrales», situada entre El Rocío y Matalascañas, que se incorporará al espacio protegido.

Dos «fichas» del «Plan 2005» han quedado sin concluir, la restauración del caño del Guadiamar y del Brazo de la Torre, aplazadas hasta buscar una solución que minimice el impacto en una zona ocupada en gran parte por el antiguo Plan Almonte Marisma de explotaciones agrícolas. La solución, significó Palop, debe ser «muy meditada», de forma que se puedan compatibilizar los usos económicos que se están produciendo en la zona con lo que es la recuperación hidrológica del caño.

Compatibilizar

En opinión de Palop, «el gran reto que tiene este espacio es compatibilizar los usos económicos del entorno con lo que el desarrollo y la conservación de la naturaleza». Y es que una gran parte del entorno de Doñana se ha ido transformando a lo largo del tiempo para destinarlo especialmente a la agricultura,

El «Doñana 2005», insistió, «se ha desarrollado sin ruido de fondo alguno, porque ha habido un acuerdo total y absoluto entre la comunidad científica y entre los entes que gestionan el Parque Nacional. En cada obra hay una co-dirección, el Parque Nacional y la Confederación. Y al mismo tiempo la Estación Biológica participa de todos los proyectos que se hacen, opina y es solidaria en la ejecución de las infraestructuras».

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