Andalucía estrena el cambio

Juanma Moreno asume su papel como presidente de la transición andaluza

En su discurso de investidura promete diálogo «sin cordones sanitarios» y radicalidad en las reformas frente al inmovilismo de cuatro décadas

Juanma Moreno, ante la atenta mirada de Susana Díaz Raúl Doblado

Juan José Borrero

«Soy una persona normal y voy a gobernar desde la normalidad». Con esta cita del expresidente Adolfo Suárez , se presentó este marts en el Parlamento andaluz Juanma Moreno , líder del PP andaluz, que hoy será investido presidente de todos los andaluces tras casi cuarenta años de gobiernos socialistas en la comunidad. La cita era oportuna. Moreno asume que va a ser el presidente «de la transición en Andalucía», la única comunidad sin alternancia política en este periodo democrático. Tiene el deber de comandar «el cambio» que los andaluces mayoritariamente han reclamado en las urnas.

La tarea no será fácil. Moreno, con un grupo de 26 diputados, será investido hoy presidente por mayoría absoluta, gracias a los votos de Ciudadanos, su socio de Gobierno, y a los de Vox, que ha comprometido el apoyo a la investidura, pero su Ejecutivo de coalición liberal será el más débil de todos los que han gobernado la comunidad más poblada de España. A pesar de esa debilidad, su poder más valioso radica en la trascendencia del cambio. Un cambio votado por el pueblo andaluz que obliga al entendimiento y «a hacer del diálogo la savia nueva de la política en Andalucía». Moreno promete hacerlo «sin complejos, sin prejuicios, y sin cordones sanitarios».

Moreno ofreció un cambio tranquilo: «Fomentar la crispación va contra la concordia y la libertad»

Mientras pronunciaba estas palabras, aplaudidas por su grupo y los diputados de Vox, cientos de personas vociferaban a las puertas del Parlamento tras llegar a Sevilla en autocares fletados por el PSOE para sumarse a la protesta de los colectivos feministas que ven en el «cambio» andaluz una involución en la lucha de los derechos de la mujer. «A por ellos», gritaban en la calle. Frente al escrache, Moreno ofrecía la receta de su cambio tranquilo: «Fomentar la crispación y la división social, aparte de una grave irresponsabilidad, va en contra de los principios de concordia y libertad consagrados en la Constitución y en nuestro Estatuto de Autonomía». Cuarenta años después, hay que seguir recordando principios fundamentales. La trascendencia del cambio quedaba reflejada en otras muchas imágenes.

Dentro, el patio «del Recibimiento» estaba tomado por equipos de radio y televisión. Un giro de cabeza permitía hacer un zapping por las emisiones que daban tratamiento histórico al acontecimiento. Canal Sur relegaba la señal en directo del discurso a su segundo canal, desatando en las redes sociales la protesta de quienes relacionan esa televisión pública como un instrumento al servicio del «régimen» que toca a su fin... Otro reflejo de crispación. Las cámaras esperaban a los protagonistas, pero la prioridad ya no era captar cómo bajaba Susana Díaz la escalera de mármol con su equipo de asesores. Ayer, Díaz caminaba rápida hacia su escaño y en su entorno se notaban elocuentes ausencias.

El cambio va por patios

En el cercano patio conocido como el de «los consejeros», solo se oía caer el agua de la fuente central. El frío se había instalado en sus cuatro esquinas vacias. El antiguo hospital convertido en Parlamento es posiblemente de los edificios más fríos del mundo. A la izquierda de la antigua iglesia convertida en salón de Plenos helaba. El sol sólo alegraba el patio derecho, haciendo contraluz a la nostalgia de Javier Arenas , que hablaba de la cita «histórica».

Mientras, invitados y periodistas iban de corrillo en corrillo. Báñez, Zoido, Villalobos. .. Las familias del PP se reencontraban en la antesala del despacho del futuro presidente. Sin memoria, solo con futuro. Porque, como diría Moreno al final de su intervención, «el cambio es ley de vida» y si el futuro es el cambio, ayer comenzaba el futuro de Andalucía. Un futuro en el que el PP ha encontrado un argumento para cambiar. El viernes, Casado, Rajoy y Sáenz de Santamaría coincidirán en la toma de posesión. Ayer, los alcaldes de Málaga, Francisco de la Torre, y Almería, Ramón Fernández-Pacheco, se dejaban ver convencidos de que el eje del poder andaluz vira hacia oriente. Orientados, los exdiputados, los defenestrados, los leales y candidatos a ejercer el cambio en las consejerías compartían espacio mientras los jóvenes de Nuevas Generaciones reclamaban su foto con Moreno, convertido ahora en un referente para sus carreras políticas... Todos saludaban todas las expectativas.

La alternancia conlleva un escenario nuevo y una trastienda dolorosa. «Impide que los gobernantes nos creamos invencibles, intocables, y eternos, previene que acabemos confundiendo el interés general con el partidario o que fijemos objetivos de supervivencia personal de superación colectiva», decía Moreno en el atril mientras Susana Díaz seguía con cara de circunstancia su discurso. Más tarde, haciendo un inciso, el candidato se dirigió a la todavía presidenta en funciones para más allá de las rivalidades tenderle la mano y agradecerle su labor y la de su gobierno. La transición está a la espera de que Díaz como líder de la oposición felicite hoy a Moreno. «La democracia es cambio y nadie puede tenerle miedo a la democracia», dijo Moreno, que incluyó en su discurso conciliador citas de Virgilio, Salustio, Kennedy, Lorca y Machado .

Un discurso trufado de críticas al estancamiento de Andalucía: «Le llamaban estabilidad y era inmovilismo», y de los objetivos de su Gobierno, centrados en las 90 medidas acordadas con Ciudadanos. Reformas que acometerá de forma «radical». Entre promesas de humildad, diálogo y de trabajo «hasta la extenuación» por generar empleo, se echó en falta más énfasis de Moreno en destacar el valor del acuerdo político con sus socios de Ciudadanos.

Toda transición necesita de grandes acuerdos y hasta ahora la interlocución de PP y Ciudadanos, condenados a entenderse en esta nueva etapa, ha sido modélica. Todo parecía acordado, ayer era el día del candidato. El líder de Ciudadanos, Juan Marín, futuro vicepresidente , saludaba el «talante moderado y cordial» de Moreno. Moderado, como los aplausos de los parlamentarios de los escaños naranjas, que no aplaudieron al final y ni siquiera lo hicieron en pasajes tan suyos como el de la regeneración democrática. Todo lo contrario que los nuevos diputados de Vox que aplaudieron las citas de Moreno a España, a la necesidad de evitar la crispación y hasta las menciones a la violencia de género, uno de los puntos más críticos en la negociación de la investidura.

Ese juego de aplausos componía la metáfora sonora de las dificultades del periodo que estrena Andalucía: cuando solo sonaban en la bancada del PP no rompían el frío del hielo que amenaza la travesía. Las anotaciones de Suárez en la carta de navegación marcan ya el rumbo de Moreno hacia el cambio.

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