ENTREVISTA

Tomás Martínez: «A mí familia la amenazaron de muerte para que pactara una condena»

Fue detenido mientras pescaba en una playa de Marbella, donde le pilló un desembarco de droga y pasó un año en prisión siendo inocente

Tomás Martínez en el Parque de la Libertad de Alhaurín el Grande Fracis Silva

J.J. Madueño

Tomás Martínez estaba pescando en la playa de Cabopino en Marbella el pasado 21 de febrero de 2010. La noche anterior había ido con su hermano y un cuñado. «Sobró carnada y fui a gastarla», recuerda. Estaba empezando un nuevo proyecto vital en la Sociedad de Cazadores de Málaga, que se truncó por un «error» judicial. Una banda de narcos llegó a desembarcar al mismo punto donde estaba Tomás. La Guardia Civil le detuvo, pasó un año en prisión y en 2016 fue absuelto . Ahora pide una indemnización de 218.000 euros al estado, que no podrá cerrar la herida ni devolver la vida perdida, pero le puede ayudar a reconstruirla.

¿Qué pasó aquel domingo?

Llegué a la playa, monté mi quipo y me puse a pescar y, sobre las 22.00 horas, escuché un ruido. Me giré y tenía a una banda de magrebíes detrás. Me retuvieron, me quitaron el móvil, se pusieron al lado de mis cañas y empezaron a hacer señales con unas luces. A los pocos minutos apareció una neumática negra llena de fardos y empezaron a descargar a un aparcamiento. Se escuchó «¡Alto la Guardia Civil! y tiros. Cuando se calmó la cosa apareció un agente. Le dije que no tenía nada que ver y me dijo que lo sabía, que llevaba desde las 19.00 horas con un dispositivo. No lo he vuelto a ver en mi vida. Luego llegó un mando y ordenó que me esposaran. Les dije que me dejaran recoger el equipo de pesca, que costaba más de 3.000 euros. Me soltaron, pero apareció este mando increpando al guardia que me había quitado las esposas. «Ese para adentro», dijo. Le pedí al agente el favor de que metiera el equipo en el coche y vio que estaba aparcado dificultando el acceso a la playa. Estorbaba a los traficantes. Le di la llave, me quitaron el coche y me llevaron a los calabozos.

¿Qué pensó?

Que viendo al juez me iba para casa, pero cuando me llevaron a declarar me dijo que no le contara historias y decretó el ingreso en prisión. Le dijeron que el abogado de oficio no estaba presente y dijo que firmara otro. En los calabozos, los otros detenidos me decían que cómo iba a la cárcel, si no tenía nada que ver con ellos. Un guardia me dijo que lo había escuchado todo, le supliqué que se lo dijera al juez y tampoco lo volví a ver más.

Tomás Martínez durante la entrevista F. Silva

¿Cómo fue el año en prisión?

Ese año en prisión fue duro. Entré pidiendo trabajo para mantener la mente ocupado. Limpié servicios, pinté módulos, hasta que por buen comportamiento los funcionarios me propusieron para ir al módulo de respeto. Allí estuve mejor. En la cárcel hay que evitar pedir favores y no tener conflictos. Acompañé a los presos propensos al suicidio, que es lo más duro de todo. Fui hasta presidente del módulo de respeto para ser intermediario entre presos y funcionarios. Un día vino una «cunda fantasma» –un transporte no previsto– para hacer una declaración delante de un juez, para que contara lo que había visto. Salí de prisión el 14 de febrero de 2011 con 1.500 euros de fianza, cuando la más baja dentro de la causa era de 30.000 euros. Luego estuve seis años esperando juicio.

¿Los otros presos de la causa qué le decían?

Que era una putada, pero entiendo que callaran. El hecho de retenerme podría haber sido un secuestro y conllevar más pena. Las familias de los marroquíes amenazaron de muerte a mi mujer y a mis hijas para que hiciera un pacto para reducir la pena, pero no iba a reconocer aquello porque era inocente.

¿Cómo fue la salida?

El banco me quitó la casa y no me contrataban porque tenía que firmar el 1 y 15 de cada mes en el juzgado. Lo perdimos todo. No lo he superado. Toda la familia hemos estado en tratamiento, a mí unas pastillas del psiquiatra casi me paran el corazón. Tengo secuelas de todo, pero no quiero olvidarlo porque me ha hecho mejor persona.

¿Cómo fue el juicio?

Había gente que no quería que declarara. No les convenía que hablase. Estos que me implicaron, que me pusieron de porteador, que luego no sabían dónde ponerme, si con la Guardia Civil o los narcos. Había muchas incongruencias. Tuve la suerte de que el E.D.O.A. de la Guardia Civil estaba siendo investigado por la Policía Nacional y Asuntos Internos. Por eso hubo seis años de secreto del sumario. Había más alijos y más casos. Era una telaraña. Me salvan conversaciones entre los narcos que se preguntan de quién era el pescador. También que uno de los marroquíes, que por lo visto estaba respaldado por la Guardia Civil para llevarse mercancía, declarara que no tenía nada que ver con ellos.

Otro momento de la entrevista F. SIlva

¿Alguien le ha pedido perdón?

No, pero sí los he perdonado a todos. No se puede vivir con ese rencor por el odio que genera. Decidí ir a un psiquiatra por el odio que tenía. Tenía un trastorno adaptativo. El psiquiatra me dijo que la sociedad me había hecho tanto daño que no me adaptaba a ella. Ahora llevo una vida espiritual, sabiendo que hay una justicia divina. No soy nadie para juzgar, ya hay quien se encarga de eso.

¿Cómo miran al futuro?

Esto no se olvidará nunca. De vez en cuando sueño que estoy en prisión. Hemos sufrido mucho. A mis hijas le han hecho «bullying» en el colegio y no nos lo han dicho para protegerme. Ahora somos una piña, nos los contamos todo, porque el callar para no hacernos daño ha estado a punto de romper la familia.

¿Ha vuelto a pescar?

Sí. No puedo vivir sin el mar. Mi mujer quería que tirara hasta la ropa de pescar, porque me tiré siete días con ella puesta sin poder cambiarme ni de calzoncillos. Después de todo el daño que me han hecho no me iba a quitar eso. Sigo pescando, pero mi hermano intenta que no vaya nunca solo. Aquella noche iba a venir mi hija y no sé lo que hubiera pasado.

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