Historia

La vida de película de Domingo Badía, prefecto de Córdoba

Una cinta rememora la trayectoria de un hombre que fue aventurero y agente secreto de Godoy

Imagen de Domingo Badía ABC

Félix R. Cardador

Como Domingo Jorge Badía y Leblich lo bautizaron en Barcelona allá por 1767, aunque en su ciudad natal una calle lo recuerda hoy como Ali Bey, el legendario pseudónimo que utilizó en sus misiones por África. Científico, políglota, escritor, dibujante, político, militar y espía, fue un grande de su época, esos sangrientos y vertiginosos años que supusieron el tránsito del siglo XVIII al XIX.

Espió al servicio de Manuel Godoy en tierras del Islam, fue el primer occidental que pisó La Meca , trabajó para Luis XVII y cuentan las crónicas más oscuras que dejó este mundo el día de 1818 en el que un agente del servicio británico lo envenenó. Pocas vidas puede haber más cinematográficas que la de este intelectual al que a lo largo de su medio siglo de vida agitada le dio también tiempo de ser prefecto de Córdoba bajo el reinado de José I o «Pepe Botella». No extraña por tanto si observa tal biografía que esté a punto de estrenarse una película sobre la vida de este gran personajón ahora que se cumplen 200 años de su misteriosa muerte.

La cinta, una coproducción europea de amor y aventuras a lo Franco Zeffirelli, se ha rodado bajo la dirección del veterano cineasta marroquí Souheil Ben Barka y se anuncia ahora en internet bajo el título de «Ali Bey, El sueño de un catalán» , remarcando el origen de Domingo Badía. La realidad es que la infancia del aventurero ni siquiera sucedió al completo en su tierra: siendo niño, se trasladó con su familia a Almería, donde su padre fue destinado como funcionario. Allí se interesó por el mundo árabe y comenzó a aprender las primeras palabras del idioma.

A Córdoba llegó por vez primera en torno a 1792 , cuando ya estaba en la veintena. Lo hizo recién casado y con el fin de trabajar como administrador de rentas especializado en el sector del tabaco. Aunque aprovechó esa breve etapa para aprender árabe de forma seria, vivió momentos tensos cuando, según cuentan, trató de hacer fortuna volando aerostatos. Salió hacia Corte en plan «pies para que os quiero» apenas un año después, castigado por la deudas que le dejaban sus quiméricas aventuras.

Roldolfo Sancho, en el personaje de Badía ABC

En Madrid cuentan que siguió al principio con esa misma obsesión voladora, con lo que poco a poco se fue haciendo notar en la Corte de Carlos IV. El primer ministro Manuel Godoy comenzó a interesarse por sus proyectos científicos y en 1801 le autorizó y financió un viaje a África central junto al reputado botánico valenciano Simón de Rojas Clemente. Ambos acudieron a diversas capitales europeas para preparar su aventura y se entrevistaron con algunos de los científicos más grandes de su generación, como el naturalista galo Jean-Baptiste Lamarck o el astrónomo británico Nevil Maskelyne . El viaje arrancaría finalmente en Cádiz en 1803, pero con un importante cambio de última hora: Simón de Rojas se caía de la misión y a Domingo, ya circuncidado para la aventura, se le nombraba brigadier de los Ejércitos Españoles. Lo que iba a ser una misión intelectual se tornaba por tanto en un asunto con evidentes objetivos estratégicos.

Badía entró así en Marruecos, caracterizado como e l rico príncipe Ali Bey el Abasí . El objetivo de Godoy era buscar la expansión de la influencia española en la zona Norte de África, por lo que la misión que le encomendó al aventurero fue que entrase en el círculo del sultán Mulay Solimán con el objetivo de tratar de colocarlo bajo el protectorado español o de ayudar a su derrocamiento si optaba por la independencia de criterio. Badía, ya como Ali B ey, llegó al círculo del sultán, pero algún movimiento le salió mal y sus intenciones fueron descubiertas. Lo sacaron a toda prisa del país y Domingo, bien financiado por Godoy y se supone que feliz por haber salvado el pellejo en el lance, decidió seguir su periplo, éste ya sí de carácter científico y llamado a quedar como uno de los grandes viajes de la humanidad.

En torno a cinco años duró el trayecto, que le permitió ser el primer occidental en ver La Meca por dentro o visitar las pirámides de Egipto. Anduvo Badía como Ali Bey por Argelia, por Libia, por la isla de Pastmos y por los amplios territorios que por entonces componían el Imperio Otomano. De ello dio cuenta, con ilustraciones de gran calidad , en un libro de sus viajes que fue desde sus publicación en países como Francia o Alemania un importante éxito editorial. Aún hoy el relato de Badía está considerado como una de las obras emblemáticas de la literatura de viajes europea y como un libro que influyó en ilustres científicos como Alexander Von Humboldt.

El regreso a España sucedió finalmente en 1808, una vez las tropas francesas habían invadido el país. Desde el principio, y dicen que alentado por Godoy y Carlos IV, se puso al servicio del bando napoleónico, donde sería designado por José I prefecto de Córdoba. El cargo le duró apenas un año, pero le dio tiempo en ese tránsito a impulsar proyectos que todavía hoy son visibles en la ciudad como el Cementerio de la Virgen de la Salud o los Jardines de la Agricultura , popularmente conocidos hoy como Los Patos. También a fomentar cultivos como el del algodón y la patata.

Ese carácter afrancesado de Badía le obligó más tarde a buscar acomodo en Francia una vez que los ejércitos napoleónicos perdieron la campaña española, inicio del resto de desastres que Francia habría de sufrir. Entre ellos, también el definitivo de nuestro aventurero, que perecería una década más ta rde en la ciudad de Damasco, con la que Córdoba está hoy hermanada, cuando realizaba por allí labores se supone que de espionaje para el rey Luis XVIII. La leyenda dice que lo liquidaron los servicios secretos británicos colocando veneno en una caf é, mientras que otros historiadores apuntan a algo más prosaico: una disentería que no supo tratarse.

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