Historia

La vida de Córdoba construida en torno al agua

El río, los arroyos y los acuíferos fueron claves en el nacimiento de la ciudad y en la evolución de una urbe que tuvo acueductos, termas y baños

Un hombre delante del Guadalquivir VALERIO MERINO

Féliz Ruiz Cardador

IMPOSIBLE resulta entender la historia de una ciudad sin tener en cuenta un elemento fundamental para la vida humana : el agua. Más aún en núcleos urbanos donde reinan las altas temperaturas y no es ya sólo fundamental para el abastecimiento sino también para el alivio de los efectos de la abrasadora canícula. La historia de Córdoba es por ello la historia de sus aguas, una línea que no ha sido estudiada a fondo hasta tiempos recientes y gracias a los hallazgos arqueológicos que desde finales del XIX han arrojado luz sobre el modo en el que se abastecieron las diferentes culturas.

Acueductos, termas, canales, acequias, pozos y baños son algunas de las estructuras que el tiempo ha ido permitiendo desentrañar hasta llegar a dos conclusiones.

La primera, que Córdoba ha sido siempre una ciudad privilegiada, no sólo por la cercanía del Guadalquivir sino también por sus numerosos arroyos y acuíferos subterráneos, que se deben a la escasa profundidad de la capa freática. La segunda, que las estructuras que crearon los romanos fueron la base para los musulmanes y los cristianos hasta el siglo XVI , cuando se comenzaron a buscar nuevas fórmulas . Sea como sea, desde los viejos tiempos de las termas hasta las piscinas de hoy, la historia cordobesa ha sido también la lucha de sus hombres más ingeniosos por buscar soluciones a este problema.

El estudio de Guadalupe Pizarro

El mejor estudio realizado hasta la fecha por el tema, el más ambicioso y compilador, se le debe a la historiadora Guadalupe Pizarro, que en su tesis doctoral de 2013 ‘El abastecimiento de agua a la ciudad de Córdoba’ recopiló y profundizó en las numerosas investigaciones y hallazgos realizados sobre el tema.

Fuente de la plaza del Potro ABC

Según explica en su trabajo, el Guadalquivir fue fundamental para que íberos y romanos se estableciesen en la ciudad, pero no tanto para el abastecimiento sino «como punto de vigilancia». Ni siquiera los acuíferos subterráneos fueron la clave, sino que estuvo según la especialista en los arroyos el mayor atractivo de este emplazamiento para la instalación de un campamento romano y más tarde para la Córdoba republicana. Estos riachuelos, que nacían en la Sierra y bajaban para desembocar en el río, son hoy invisibles para el ciudadano, pero sus nombres cristianos siguen entre nosotros y bautizan nuestro mapa actual: Arroyo de San Lorenzo, Arroyo Pedroches, Cañito Bazán o Arroyo del Moro.

Los romanos, según ha historiado Pizarro gracias a los descubrimientos arqueológicos previos, comenzaron utilizando estos veneros naturales y construyendo también pozos y cisternas en las que acumular el agua de la lluvia, pues de ahí se abastecían para el consumo. En la época iniciática de la Colonia Patricia , en el tránsito del I a. C al primer siglo de la nueva era, se produjo además un enorme esfuerzo, que dio lugar a la creación durante los siguientes años de tres acueductos, que permitían traer el agua a la ciudad desde kilómetros de distancia. Se nutrieron ahí las diferentes termas con las que tuvo que contar la ciudad, y que no eran solo espacio para la higiene y el refresco sino también para la sociabilización de los cordobeses de la época.

La caída del Imperio Romano

La caída del Imperio Romano significó sin embargo el olvido de estas instalaciones en su mayor parte, lo que provocó que en siglos posteriores los centros de poder se alejasen de lo que había sido el eje de la Colona Patricia para situarse en otras zonas mejor abastecidas de agua como Cercadilla o lo que hoy es la mezquita, lugar en el que los visigodos situaron su eje en torno a la antigua iglesia de San Vicente.

La llegada de los musulmanes supuso sin embargo la recuperación en parte de las estructuras romanas, que los nuevos conquistadores de la ciudad supieron reaprovechar y completar con el fin de abastecer a la que se iba a convertir bajo su dominio en una de las principales ciudades del mundo.

El agua se recondujo especialmente hacia las zonas palaciegas , ya que los árabes nunca idearon un sistema público de distribución del agua sino que la población se benefició de forma indirecta de una red que iba especialmente dirigida a los poderosos, según explica Pizarro. Aún así, en esta época se crearon nuevos pozos y acequias, que sirvieron para abastecer a las almunias y explotaciones agrarias que rodeaban a la ciudad y la abastecían de alimentos.

Baños de la Pescadería ARCHIVO

Es la época también en la que proliferan los baños públicos, de los que la arqueología va arrojando cada vez más testimonios, y se expande el uso de las fuentes, tanto de abastecimiento como de las monumentales, que acabarán siendo un símbolo de la Córdoba histórica hasta nuestros días.

La llegada de los cristianos en el siglo XIII no supuso de inicio muchos cambios en cuanto al sistema de distribución ni tampoco en lo que se refiere a los baños o bañuelos. Se mantuvieron, aunque con nombres cristianos como el la Casa de Calatrava , el de Santa Catalina o el de Santa Marina , como ha estudiado el académico José Manuel Escobar . Fue mucho más tarde, en el XVI , cuando se produjo su cierre al caer sobre ellos diversas críticas. Es también en esa época cuando la red de aguas comenzó a cambiar, al retomarse por la Corona la idea clásica de conseguir una red abastecimiento general para la población.

El papel de la Iglesia

La Iglesia tendrá en esos años gran importancia con proyectos destacados como las Aguas del Cabildo, que en el siglo XIX acabarán en manos privadas tras las desamortizaciones. También el número de fuentes monumentales, antes de abastecimiento para la población y hoy decorativas, irá creciendo en esos años de forma exponencial.

Finalmente, en el siglo XX , en su primer tercio, Córdoba se sumó a las tendencias mundiales de conducir el agua de consumo desde un pantano y de forma centralizada, un sistema que hoy perdura y que permitió la llegada del agua corriente a los domicilios y a todos los barrios. Fue también la época en la que se pasó de las tradicionales albercas agrícolas a las piscinas de recreo, algunas de las cuales, como la inolvidable del Fontanar que cerró en 2003, son ya memoria del pasado y ‘arqueología’ de la Córdoba del siglo XX . La historia sigue así adelante como ese agua que de un modo u otro nunca ha dejado de manar en la ciudad, un agua balsámica cuando llega el caluroso estío que los cordobeses , desde antiguo, conocen tan bien.

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