Sociedad

La vida en un centro de menores de Córdoba: «Todos tienen la esperanza de no volver a delinquir»

Una residencia de la Consejería de Justicia alberga y forma a 48 jóvenes

Visita de autoridades a un centro de menores en el día de ayer Rafael Carmona

Pilar García-Baquero

Las puertas del Centro de Menores Sierra Morena han estado «blindadas» a ABC Córdoba durante más de 20 años, pero tras el hermetismo y misterio de la etapa socialista sobre lo que ocurría entre esas paredes de la carretera de Palma del Río, por las que han pasado personajes del calado de «El Cuco» , el nuevo Gobierno ha abierto las puertas para dar a conocer el trabajo que se realiza.

El centro dependiente de la Delegación de Justicia gestionado por Meridiano es lo más parecido a una residencia de estudiantes . Sólo los controles en el acceso dan idea de que ahí están 48 menores que cumplen condena , una gran parte de ellos por maltratar o golpear a sus progenitores, aunque en otros casos hay delitos sexuales graves. Los 94 trabajadores de este centro de la Junta de Andalucía creen en ellos . Las caras de asombro cuando el director general de Justicia les entrega los diplomas reglados de FP en Peluquería y los nombra con «don» y «doña» delante de sus nombres no dan crédito. La emoción y el orgullo no se pueden disimular.

El secreto para su reinserción es la educación, comenta el subdirector del centro, Javier Borque , a ABC. Y esta pasa por tener una vida ordenada. Descanso, comidas adecuadas y educación. « Hay niños que no han visto una verdura en su vida , y tienen que aprender a comerlas: otros llegaban sin saber firmar; y otros muchos no entendían cómo las matemáticas les podrían servir para entender por qué tienen que guardar cola en una Administración», cuenta la directora del centro, Gema Pérez . El régimen es estricto pero el ambiente es de convivencia con profesores, psicólogos, médicos y educadores sociales. A las 8.15 los adolescentes, la mayoría entre los 16 y los 18 años, tienen que estar despiertos , ordenar su habitación, asearse y bajar a desayunar.

Los «hogares» como se les llama a las habitaciones donde duermen dos menores, son una especie de suites con baño propio y sala de estar, con mobiliario que recuerda al de Ikea. Ni rastro de vandalismo , desorden o caos. Ellos tienen un sistema de puntos, si no recogen, limpian sus habitaciones o generan algún problema no logran sus objetivos como salir el fin de semana o ir a una vista a la Judería , asegura la directora Gema Pérez Fernández.

La educación pasa además por enseñarles a ser padres y madres . El caso de una de las internas que duerme en su habitación con dos niños. Uno de tres años que tuvo sólo con 15 y otro de apenas 6 meses. En la mesita de noche, una corona de princesa, y en el aparador una decena de zapatitos de bebé. La leche de fórmula, los pañales, un microondas, zona de lavandería y olor a Nenuco hacen que la estancia de esta madre adolescente y sus dos hijos sea «lo más normalizado posible» . El centro cuenta con menores de régimen semiabierto y cerrado así como otros en unidades de tratamiento tanto de enfermedades mentales como de tratamiento de sustancias estupefacientes. «Hay niños con enfermedades mentales que nunca han sido tratados hasta que llegan aquí; otros, que han abusado de sustancias; estos suelen mejorar mucho en muy poco tiempo. Todos tienen esperanza en no volver a delinquir », cuenta el coordinador del centro, Paco Ayuso.

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