TRADICIÓN
Los últimos supervivientes de la trashumancia de ovejas merinas «invaden» Córdoba por un día
Un grupo de pastores trasladan su rebaño para ahorrar costes y mejorar la biodiversidad de la provincia
Una estampa bucólica de tiempos inmemoriales con origen en el entorno de Sierra Morena . La trashumancia estival es pura tradición, un trayecto vital que cada año «invaden» Córdoba durante tres horas. Felipe Molina y su familia, pastores de sexta generación, captaron la atención por un día, mientras guiaban su rebaño de 1.800 ovejas merinas hacia el Cordel de Écija, uno de los vetustos caminos ideados para el traslado de ganado en la península.
La trashumancia arrancó el viernes 5 de julio de madrugada desde la finca Las Albaidas y otra cercana de su propiedad, a las afueras de Córdoba, en el entorno de Rabanales. El destino final está a 40 kilómetros.
«Es un trabajo muy laborioso, con muchas carreteras. No nos sentimos héroes por estar rodeados de gente, curiosos. Somos supervivientes », advierte este pastor de 44 años, que acabó sus estudios de Biología, cerró los libros sin llegar a ejercer y retomó su pasión por el campo.
Una vez amaneció, tras los 15 kilómetros de travesía de la primera jornada, ayer dejaron atrás el campo y pisaron la ciudad por la Avenida de las Mestas para orientarse hacia el Sur, al Polígono de La Torrecilla, donde conectaron con un buen tramo de la Cañada Real Soriana, que recorre la capital con sentido a Sevilla.
La expedición, que lleva la compañía de algunos amigos, familiares, fotógrafos y amantes de la naturaleza, dispone de un coche de apoyo , con avituallamiento de comida y un remolque para transporte de ganado, por si se enferma alguna merina.
El recorrido está lleno de avatares. «Las vías pecuarias están usurpadas por muchas carreteras secundarias, tiran escombros, hay edificaciones, muchos caminos no están en condiciones de transitarse», se lamenta Felipe, que recuerda con nostalgia que hace unos años hasta 50 rebaños se encontraban durante la trashumancia. Actualmente solo lo hacen cinco criadores.
«Las ovejas prácticamente se saben la ruta. Además de los cuatro perros, van doce mansos, que son machos cabríos, los que lideran el tropel», comenta este trashumante.
El reposo sabatino se prolongó durante unas horas, acampados cerca del río Guadajoz . Sobre las cuatro de la tarde reemprendieron la marcha hacia el término de Guadalcázar. En una finca que será su epicentro pasarán el largo verano hasta que el 30 de septiembre regresen a casa.
Las dos jornadas de recorrido tienen múltiples ventajas , unas son puramente económicas. «El gasto durante los meses de julio y agosto es de 10 euros por oveja, unos 30.000 euros, pero compensa porque en nuestra finca nos saldría por el doble, 20 euros», puntualiza Felipe Molina.
Los animales agradecen el cambio. Pacerán en terrenos más frescos, con mejores condiciones, ya que en Las Albaidas las temperaturas son tórridas, los pastos se secan y apenas hay agua.
«Hay una labor muy importante del ganado. Son los primeros bomberos del verano, porque se comen todas las sobras de las cosechadoras de habas, trigo y girasol y evitan incendios con la limpieza de la paja», informa.
La trashumancia tiene otros provechos para la biodiversidad . «Cada oveja lleva 3.000 semillas diarias en el cuerpo, 1.000 pegadas a la lana, que se reparten por los corredores verdes. Dan vida y variedad en la vegetación también por las semillas que dejan en el estiércol», reflexiona.
La estampa tiene sus borrones. «Todos aplauden porque por un día la foto es muy bonita, pero no tenemos ayuda de nadie», se queja Felipe. Antes de anochecer, ayer completaron su recorrido.
