Natividad Gavira - Puerta giratoria

Rosa para servirles

A sus 93 años, Rosa, agarrada de mi brazo, fue escueta en su diagnóstico: «Ahora estáis locos, no sabéis donde está lo importante»

Muchas veces la manutención de una casa y toda una familia depende de una pensión ABC
Natividad Gavira

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Hay encuentros que te alegran el día y te entregan al resto de las obligaciones diarias con el aroma a pueblo y a verdad . En medio del trasiego de turistas de mirada alzada como queriendo ver donde termina la calle empedrada que atraviesan, una mujer menuda y vestida de negro me requiere. « Niña, acércame al banco de la esquina », se nota que con agudeza visual discierne entre foráneos y locales, y es a mí a la que hace el encargo.

Nada más empezar a caminar entendí que el viaje iba a merecer la pena. «Llévame, que después se me hace tarde, voy a sacar la pensión que este mes viene con subida », sin afán por desvelar su error le apunto que todavía no es tiempo de paga doble y repone que se trata de una subida, que nada tiene que ver con la extra del verano.

Acto seguido me muestra su carnet de identidad, lo saca del bolsillo de una bata de color negro con manga corta como las que usan las enfermeras. Había nacido en 1925 y mostraba orgullosa la tarjeta que demuestra su gesta. A medida que me desvela su identidad, se agarra con más confianza a mi brazo y comienza a relatar su historia; mientras, alcanzamos una de las aceras para librarnos de un pelotón de japoneses provistos de palo selfie.

«Tengo nueras, pero me gusta valerme por mí misma. He criado a siete hijos; mi hermana y mi cuñado sin trabajo, también se sentaban en mi mesa. Éramos once a comer , y llegábamos», antes de que pudiera preguntarle por su medio de vida, me adelantó que había vendido leche y con ese oficio había conseguido dar estudios a los hijos que «habían querido». Eran otros tiempos, me contaba mientras seguíamos andando, «a los míos, yo los ponía a leer una hora por la tarde y dos por la noche, después que hicieran lo que quisieran». Tras esta exposición sobre la etapa más remota de sus noventa y tres años se interesó ligeramente por mi vida y con franqueza le confié mis dudas sobre la manera actual de educar , de compartir, de vivir. Fue escueta en su diagnóstico: «Ahora estáis locos, no sabéis donde está lo importante ».

Seguimos caminando al ritmo que sus piernas le permitían y al ver que la sucursal bancaria estaba próxima, decidió confiarme más información sobre su vida actual. La noté encantada al extenderse en el capítulo de la limpieza.

Al llegar a la oficina supe que no le era un lugar ajeno y defendió con decisión el orden de la cola ante la caja. Con energía preguntó quién era el último y buscó una silla para sentarse. Una mujer se la ofreció solícita. Después, me dio las gracias y me dijo que me fuera, otra persona la recogería y ya estaba avisada. Por unos minutos, la autenticidad se llamó Rosa . Para servirles.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación