Rafael González - LA CERA QUE ARDE

Repensando

En Córdoba se piensa. En ocasiones, en exceso

Rafael González
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Repensar es pensar dos veces. En Córdoba se repiensa mucho, incluso más de dos veces. La vida cordobesa transcurre entre los repensados de nuestros munícipes, los líderes carismáticos, los de la hostelería que se repiensan repartiendo pensamientos, y las diferentes comisiones técnicas mixto-paritarias habidas para pensar sobre lo que finalmente hay que repensar, que es un sano ejercicio. Por ejemplo, el Palacio de Congresos de Koolhaas se repensó tela y ahí está, repensado. Fue un ejercicio filosófico que hasta produjo algunos beneficios económicos a los pensadores, a los repensadores, a los estrategas y los observadores. No es casualidad que esta sea la tierra de Séneca: aquí se piensa mucho. Es más: se repiensa, a fuer de ser repetitivo.

El Ayuntamiento de Córdoba y el Consejo de Movimiento Ciudadano, entes pensantes, han decidido poner en marcha una comisión que repiense la Feria.

En efecto, ahora es cuando usted mira en la parte superior de la página para cerciorarse de la fecha de estas líneas, porque puede tener la sensación de que esto lo ha oído o leído alguna vez anteriormente. Nada más lejos de la realidad, ya que durante años se estaba pensando sobre el modelo de feria y ahora lo que se va a hacer, ya nos dicen, es repensarlo, que no es lo mismo. Antes supongo que habrá que pensar quienes formarán parte de dicha comisión ferial, labor nada fácil habida cuenta la cantidad de gente que sabe de tantas cosas y de sentencias jurídicas, comunicación on-line, presupuestos generales, política, terrorismo, fútbol, peroles, veladores, fondos Feder y sobre la siembra de la remolacha. Esto es, vivimos en un país de sabios y Córdoba además ofrece al mundo sabios que repiensan, que no es moco de pavo.

Así que una vez hallado los perfiles pensadores de los repensadores feriales, habrá que pensar cómo montar la comisión, qué cuota de mujeres, minorías étnicas, géneros varios, sensibilidades políticas y antitaurinos debe poseer. No es tarea fácil, pero de ahí la necesidad epistemológica de repensar. Y no cualquier cosa, ya ven. Qué casetas desean, cuánto tiempo van a estar puestas (si se deben quedar todo el año para la Fiesta del PCE, el perol de la Federación de Peñas y el Congreso Feminista de Transgénero Antipatriarcal, por ejemplo), si deben ser abiertas para todos los seres feriantes o privadas para que vayan de gañote los políticos que abogan por las casetas públicas, qué se hace con el Látigo Macareno, qué subvención debe recaer sobre el Rincón Cubano, si el paseo de caballos se suprime o se traslada a Caballerizas Reales (una vez se haya repensado qué se hace con Caballerizas Reales, claro), y sobre todo, si el botellón existe o no, cuestión metafísica ésta de indudable valor ya que es un fenómeno que desaparece a los ojos de los munícipes una vez alcanzan el buen gobierno local. Puede que nuestro lector haya visto un botellón en Feria pero, si se para a repensarlo, se trata de un engaño de los sentidos, un espejismo, una mala pasada de su cerebro.

Así que, como buen cordobés, párese un momento y repiense en qué estupenda playa malagueña va a pasar usted la última semana de mayo.

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