El Norte del Sur

Vuelve

Vuelve lo muchas veces deseado y prohibido o negado en demasía

Domingo de Ramos | La Entrada Triunfal encarna el regreso de la Semana Santa a las calles

Una niña en San Lorenzo, este Domingo de Ramos VALERIO MERINO
Rafael Aguilar

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Vuelve. Lo que parecía que se había ido. El sol del domingo inaugural en San Lorenzo , el primer golpe de sofoco o de incomodidad bajo el cubrerrostro cuando las horas apenas han corrido pero ya empiezan a pesar, la mantilla, la mano del niño con las uñas cortadas, la caricia de su madre, el saludo anónimo al padre que está ahí debajo con su camiseta de tirantes y su faja y sin mascarilla por fin, la voz ronca del capataz, su gomina, el sonido seco del varal que manda y ordena sobre el asfalto aún limpio de cera. Vuelve lo que quedó clausurado, oculto tras los muros recios de Santa Marina , de San Pedro , de San Agustín .

El bisbiseo de la anciana solitaria en el fondo del templo en penumbra, el joven con algún tormento en la cabeza que se clava en el reclinatorio y cierra los ojos tan fuerte que parece que le están doliendo o que en lo que se empeña es en no dejar que salga ni una lágrima, el aire que se espesa muy sobrio en el contraluz al que le da relieve el incienso batido con tanta parsimonia como decisión.

Vuelve lo que no puede olvidarse. Las aceras mínimas de Santiago colmadas en la sobremesa, el solo de la corneta, el redoble del tambor, la voz tibia de quien lleva con callado orgullo los galones bajo la túnica, la confidencia y el esfuerzo, las ganas y el llanto, el día por delante como una promesa de recogimiento y de encuentro a la vez. Vuelve lo que está ya tantas veces contado, la historia de un hombre y de un martirio, el manto de su madre convertido en sudario, la piedad, la comprensión, la misericordia, la debilidad del ser humano transmutada en una virtud, la salvación y la esperanza. Vuelve lo que está dentro de ti.

Capuchinos con sus faroles como centinelas fieles cuando ya el día no es día sino que va a perderse en la madrugada y en los muros blancos de cal ya limpia queda aún intacta la huella de las colas de fieles del mediodía o de la última tarde, el puente moteado capirotes enhiestos que apuntan elegantes hacia el mismo centro del cielo que cubre la ciudad libre de nubes, el regocijo de la plaza del Alpargate , el silencio en Jesús Nazareno , el agua que repiquetea en el Patio de los Naranjos sin ser del todo ajena a lo que está pasando y lo que está por llegar. Vuelve lo muchas veces deseado y prohibido o negado en demasía.

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