EL NORTE DEL SUR

Viaje a ninguna parte

Escribo en un hotel prohibitivo en otro tiempo; soy un nómada a tres o cuatro kilómetros de mi casa, un turista impostado

Vista panorámica de Córdoba, con los suelos de expansión residencial en primer término VALERIO MERINO
Rafael Aguilar

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Salgo a la amplia terraza cuando la noche acaba de caer , fresca, rotunda, sugerente, prometedora sobre la ciudad en la que vivo y que ahora es solo un paisaje difuso de luces imprecisas en las ventanas de algunos bloques de viviendas y de los chalés más próximos al balcón generoso desde el que se tiró el primer aviador de la historia de la humanidad, el ruido intermitente de las motocicletas que la cruzan y de un autobús de Aucorsa, los pilotos rojos y blancos del avión que la surca de un lado a otro, la agradable sensación de extrañeza en la tierra propia . Soy un nómada a tres o cuatro kilómetros de mi casa , un turista impostado que conoce cada edificio: el hospital provincial iluminado desde la última tarde; el castillo de Almodóvar en el punto de fuga de Poniente, enhiesto en la bruma que ha dejado el sol al irse; la torre de la Mezquita, dorada, como algunas espadañas de la Axerquía Norte que acierto a reconocer; las muchas grúas del barrio que le está creciendo vertiginosamente al Hipercor de la Ronda, el puente de alas blancas en reposo que diseñó José Luis Manzanares.

Escribo apátrida en el silencio de un hotel prohibitivo en otro tiempo y ahora con habitaciones de saldo, va a dar la hora de la cena y no hay cola en el comedor, de hecho estoy yo solo. Me he decidido a preguntarle al empleado de la recepción si hay más personas alojadas y me ha dicho que sí: las cuarenta y cinco socias de la Asociación Provincial de Solteras en Busca de Pareja , que han reservado la tercera planta entera, y que además han preguntado varias veces por mí porque me han visto paseando por el jardín, y que quieren conocerme, me insiste, que se están arreglando para la cena de gala, cortesía para los clientes locales. El hombre me ha aclarado , a prisa y sonriendo, que es una broma cuando ha visto la cara que he puesto .

La otra noche me enganché otra vez a ‘El resplandor’ en el salón de mi casa y aquí, en la habitación solitaria, me acuerdo de Jack Nicholson . Y de su hacha . En el pasillo desierto me ha parecido reconocer hace un rato al niño con el triciclo, a las gemelas con lacitos en el pelo caminando sobre el felpudo. De la mano. El hotel , dulce hotel, sigue en silencio , y no me puedo dormir .

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