Luis Miranda - VERSO SUELTO

Medina Azahara, si quieren

No están convencidos del valor del conjunto y así es imposible que convenzan a nadie

El yacimiento de Medina Azahara iluminado ÁLVARO CARMONA

Hay quien consigue hacer algo a pesar de tener que superar mil obstáculos y hay quien no lo hace cuando todo se pone a favor. Es algo que distingue al ser humano: si las circunstancias empujan hacia un lado, está su voluntad, sus prejuicios, su entendimiento, su pereza o su audacia para decidir irse al otro lado y conseguirlo. A veces, casi siempre en el primero de los casos, el hombre o la mujer exhiben un coraje admirable. Otras desaprovechan una oportunidad estupenda para hacer algo bueno.

Lo contaba hace unos años la publicidad de un medicamento que combatía los síntomas del resfriado y la gripe. En una de las versiones, un hombre estaba a punto de ingerir el mejunje y su mujer le recordaba que lo hiciera porque esa noche venían su hermana (la de ella) con un matrimonio amigo, «los de los cuatro niños». Y él se quedaba con el vaso en los labios sin catarlo mientras el anuncio le daba en voz en off la idea: «Termina con los síntomas... si quieres». Había otro que terminaba peor: el pobre hombre se apuraba la medicina enterita mientras la parienta le explicaba que se había suspendido el día de pesca para el que quería estar a tope. «Pero por fin podremos arreglar el trastero», decía mientras él maldecía con los ojos cerrados la mala suerte de no tener una excusa para enfrentarse a los cuadros viejos.

Medina Azahara, para disgusto de los reaccionarios que querrían encerrar el patrimonio en un salón elitista donde sólo lo conocieran los iniciados que tienen que llevar la luz al mundo como Prometeos de esta época, tiene desde ahora iluminación artística. Cualquiera es capaz de caer en que será mucho más que una vista bonita desde Villarrubia y la carretera de Palma del Río. La ciudad que construyó Abderramán III podría ser uno de los cuatro o cinco conjuntos patrimoniales más importantes de Andalucía, pero el nivel de visitas y de difusión que tiene en relación a su importancia es indigno. Aquí pesa que quienes tienen que tomar las decisiones para darla a conocer en el fondo no difieren mucho de los que la desprecian diciendo que son cuatro piedras o que frena las entrañables parcelas ilegales.

No están en absoluto convencidos de su valor y así es imposible que convenzan a nadie de que la visite. Por eso Medina Azahara no tiene un medio de transporte digno, ni tampoco a un precio razonable, por eso se puede permitir estar cerrada un domingo de otoño por la tarde y por eso tampoco importa demasiado que haya goteras en el museo: para quienes tienen que decidir los presupuestos y la contratación de personal no dejan de ser las ruinas que un señor muy aburrido les ha dicho que son importantes, y aunque haya que alabarlas en los discursos institucionales, tampoco habrá que dedicar el dinero que puede dar muchos más réditos electorales en obras bien elegidas.

En una ciudad con tres meses en que más de la mitad del día es imposible estar a descubierto, conocer Medina Azahara de noche sería una noticia estupenda: se crearía un producto turístico atractivo para quienes vienen a Córdoba, se quedarían a dormir, se aprovecharía la temporada baja y cualquier visita guiada contaría la importancia de ver alzarse ante los ojos y la imaginación un cojunto único en Europa. Si quienes tienen que tomar las decisiones, gastar el dinero o dejar que los demás lo gasten y ganen quieren, claro.

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