Verso suelto

Gato negro

La paradoja del coronavirus es que han sido los científicos los que han lanzado al pueblo en manos de los talismanes con los que podían sentir que controlaban la enfermedad

Búsqueda de mascarijllas en internet Valerio Merino
Luis Miranda

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Hasta el más descreído tendrá rituales íntimos que siga con un breviario personal para que le den la misma suerte que le proporcionaron antes. No pasa nada por reconocerlo, porque el ser humano es capaz de proyectarse hacia el futuro, y eso quiere decir que acrecentará quimeras y esperanzas , pero también que se dejará morder por la angustia cuando pierda el control de lo que le pueda suceder. La paradoja mayor del coronavirus es que han sido los científicos los que han lanzado al pueblo en manos de los talismanes con los que podían sentir que controlaban la enfermedad. Si no era verdad irrefutable, al menos se podían sentir tranquilos.

Lo pensé la otra tarde en que vi en un edificio de Córdoba una advertencia para los vecinos: «Se recuerda que el uso de la mascarilla es obligatorio en interiores». Con la enfermedad desplomada en la ciudad a un caso por cada mil habitantes, y pronto ni eso, el relato todavía no ha tenido tiempo de hacerse coherente y hay gente que vive pensando en que se contagiará por subir la escalera por la que ha pasado un posible asintomático diez minutos antes o por tocar la misma cerradura en la que el Covid maléfico se ha quedado acechando a una nueva víctima desprevenida.

El coronavirus ha habido que comprenderlo a través de un relato confuso y lleno de tachones, que ha hecho que la gente, cansada de tanta contradicción, lo vea como un gato negro , como un espejo roto, como un paraguas abierto en un salón lleno de marcos de plata y jarrones. Muchos han convivido con un miedo que apenas podían conjurar con rituales de guantes y termómetros de última generación.

Este año en los colegios la distancia de seguridad será de 1,2 metros, en lugar de 1,5, como si un nuevo cálculo hubiera dado un saldo favorable de treinta centímetros para arrinconar al bicho. Cuando por fin se pase a limpio la historia final del Covid será mejor no tirar los borrones y volantazos para entenderlo todo, porque hasta las vacunas , el ‘detente bala’ supremo que a veces no puede evitar que el proyectil mande a alguno a la tumba, han llegado envueltas en episodios de histeria que lograron que personas del todo incapaces de explicar en qué consiste la inmunoterapia quisieran elegir entre unas y otras.

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