Pretérito imperfecto

Vivir en el Casco

Sobra pureza ideológica, sobran ansias felinas, y falta mucho sentido común

Un joven pasea en patinete por la zona antigua de la ciudad ÁLVARO CARMONA
Francisco Poyato

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Hay una veintena de proyectos hoteleros esperando en la puerta a que termine la pandemia para poder desarrollarse en el C entro histórico de Córdoba —una forma de decir centro comercial y casco histórico—. El dato por sí solo es un termómetro de que la confianza de los inversores en Córdoba no ha huido y que la ciudad, pese al impacto de la pandemia en su sector económico principal (los servicios), alberga expectativas positivas. Lo de cambiar el modelo productivo no es cuestión de un fin de semana, conlleva años y décadas, y la Base Logística del Ejército de Tierra representa la hoja de ruta perfecta para hacerlo. Pero entre tanto llega, la infantería de nuestra economía local no es otra que el batallón diario de camareros, cocineros, pinches, recepcionistas, guías turísticas, proveedores, dependientes y múltiples autónomos varios de la ‘ terciaridad ’. Guste más o menos. Siempre será más reconfortante que haya veinte proyectos de hoteles en la puerta esperando que no una avalancha de pisos clandestinos para el turista ‘low cost’ o veinte casas okupadas bajo el complaciente romanticismo de sus facilitadores.

Que Córdoba tiene que ir a un modelo de visitante donde el número se equilibre en pro de la cantidad y la cualidad del gasto, es indudable. Ejemplos claros hay de los resultados que la masificación descontrolada ha provocado en muchos lugares. Sus efectos contraproducentes son palpables y tanto más se pierde a medio plazo que se gana en la efervescencia del corto plazo.

Nos sobran atractivos para conformar una oferta de experiencias incomparable. Muchos de estos proyectos hoteleros se enfoncan, precisamente, en un estándar de cliente alejado de la mochila pasajera, que también tiene su sitio en Córdoba , faltaría más. La impresión que pueda causar esta retahíla de iniciativas —que a buen seguro, como mandan los cánones ‘cordobitas’, animará el nicho de las plataformas— debe ser analizada con rigor y apertura de miras. Repito, pregunte a cualquier cordobés de a pie si prefieren 20 hoteles o 20 casas okupadas o en ruinas...

Dicho todo lo anterior, me apresuro a pedir una reflexión profunda sobre las reglas del juego en el mismo Casco (uno de los más extensos de Europa ), donde veinte años después de haberse aprobado un plan especial de proteción utópico, los resultados son pobres, la inversión pública escasa, las cortapisas legales a la privada, extensas y perjudiciales, y las ganas de vivir en el corazón de la ciudad milenaria, parcas. Sobra pureza egocéntrica e ideológica de muchos expertos, sobran ansias felinas de muchos inversores, y falta mucho sentido común.

¿Qué necesita una familia joven para irse a vivir a San Agustín y no al Cortijo del Cura, Turruñuelos o la zona del Hipercor ? ¿Comprar, llevar a su hijo al colegio, tener ocio, aparcar o pasear...? Mientras el Poniente residencial se nos llena de grúas, todas ellas bienvenidas, y nos sobrevuelan las dudas sobre el encaje real en el mercado de una pantagruélica oferta que presume esta vez de anclajes, el Casco se nos vacía sin un discurso claro y valiente sobre cómo poder vivir en él, de modo perfectamente compatible con sus usos naturales, y llevarlo a gala.

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