Pretérito imperfecto

Paradoja del metro cuadrado

Resulta doloroso comprobar cómo hemos sido capaces de crear una burbuja de suelo industrial y no de puestos de trabajo

Una mujer con una bici en el terreno reservado para el parque industrial de Levante ROLDÁN SERRANO
Francisco Poyato

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Córdoba es la gran coleccionista de metros cuadrados industriales. Como un fetichismo sádico en uno de los lugares donde el paro tiene manga ancha. Mientras acumula parcelas y viales entre islotes de jaramagos por toda la ciudad, su capacidad de ensoñación de grandes parques empresariales ha sido inversamente proporcional a la posibilidad real de rebajar unas listas oficiales de desempleados convertidas en un drama estructural de recursos humanos inactivos. Tener uno de los términos municipales más grandes de Andalucía es una tentación demasiado turbadora y el papel lo aguanta todo, como la calculadora que multiplica aprovechamientos urbanísticos y edificabilidad, eleva a la enésima potencia expectativas de grandes concentraciones empresariales que no han sido más que castillos en el aire. Acabamos de conocer en un informe de la Junta de Andalucía que en Córdoba existen ahora mismo unos cinco millones de metros cuadrados de suelo industrial «zombi» , atontados, proyectados y no ejecutados; y que mucho me temo que ni las más retorcidas artes de la brujería podrán nunca convertirlos en un semillero de industrias. En esta ciudad de paradojas a toda escala, con un cementerio que invoca la salud o unos almacenes municipales que guardan la mayor colección de maquetas infructuosas de una babilónica urbe que jamás será (con palacios en forma de llave inglesa, jardines colgantes, museos y auditorios inverosímiles...) no podría resultar más doloroso comprobar cómo hemos sido capaces de crear una burbuja de suelo industrial y no de puestos de trabajo. Hemos vendido la piel del oso antes de cazarlo. Hemos pintado parcelas maravillosas, a pie de universidades, AVE , autovía, río o aeropuertos de juguete..., pero se nos ha olvidado convencer primero a las empresas para después desarrollar sus nidos de manera consecuente. Creamos el planeta sin tener a los extraterrestres. Porque una gran empresa, mediana si me apuran, resulta ya, paradójicamente, como una criatura de otra galaxia en los confines cordobeses.

Por la carretera que transita hacia Alcolea , hace ya más de una década que se vislumbró y comenzó a tramitar un gran parque industrial (La Rinconada ), con más de dos millones de metros cuadrados, en el que la Junta y los propietarios asumían un ambicioso escaparate de negocio. No merece la pena recordar las grandilocuentes cifras de inversión y retorno. Sería más cruento aún. Hasta un parque «halal» había encontrado por aquellos lares el signo de los tiempos globales y cordiales. Y así la amalgama de parcelas vacías en el parque tecnológico de Rabanales 21 , en el que alguien pensó que cabría un «silicon valley» andalusí, y que ha sido, paradójicamente, la soga que ha terminando asfixiando a la sociedad promotora. El Álamo , aquella falda de suelos frente a los depósitos de CHL en la autovía, donde El Corte Inglés iba a plantar su centro de distribución del sur de España , y la crisis «plantó» el proyecto en el olvido. El parque industrial de Levante , por el que Las Quemadas iba a dejar de dar la espalda a la A-4 ... Por no entrar en los detalles del rosario de superficies comerciales de nuevo y viejo cuño que han desfilado delante de nuestros ojos como señuelo gaseoso.

Y a pesar de este apocalíptico paisaje de metros cuadrados «zombis», paradójicamente, las grandes empresas pasaban delante de nuestras narices para ubicarse en otros territorios no muy lejanos. El horizonte que se avecina es muy complicado. Aún más con esta carga de conciencia.

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