Religión

La Diócesis de Córdoba tiene a 181 misioneros repartidos por todo el mundo

La mayor parte se concentra en las congregaciones de América, donde hay 104 religiosos

La monja Lola Pérez, en la misión de Zimbabwe ABC

Rafael Verdú

Ser misionero es un trabajo a tiempo completo. O más bien, habría que decir «a vida completa», porque una vez que se empieza ese camino la vuelta atrás es casi imposible. Eso lo saben las monjas y sacerdotes que han decidido desarrollar su labor en alguna de las misiones que la Iglesia Católica tiene repartidas a lo largo y ancho del planeta. Como también saben que su vida corre un peligro constante si la misión se encuentra en una «zona caliente», como la frontera con las áreas bajo control del yihadismo o en países inmersos en eternos conflictos bélicos.

La Diócesis de Córdoba cuenta con un total de 181 misioneros repartidos por los cinco continentes. La mayoría de ellos se encuentran en América, donde hay 104 formados en Córdoba ; allí, a diferencia de lo que se muestra en películas como «La misión» o de la imagen estereotipada de religiosos dedicados a la conversión, no es necesaria la evangelización , puesto que se trata de comunidades con un sentimiento religioso «muy fuerte». En América «no se trata de convertir, sino de compartir» , explica Antonio Evans , director de las Obras Misioneras Pontificias en la Diócesis de Córdoba.

El segundo territorio con mayor presencia de misioneros procedentes de Córdoba es Europa, con 41 religiosos según los datos facilitados por la Diócesis, aunque el continente no está considerado como territorio de misión por las Obras Misionales Pontificias. Ello se debe, según Evans, a que «son neocatecumenales».

Lola Pérez en su misión en África ABC

África es el tercer continente por número de misioneros cordobeses, con 22 . En este continente, sí que se lleva a cabo la labor de evangelización, «con un concepto de misión integral , donde nada es ajeno», explica el responsable de las Misiones en Córdoba. Es decir, las monjas y sacerdotes no sólo se preocupan de las cuestiones religiosas, sino también de la promoción de la mujer, la familia, la sanidad, la educación...

Finalmente, en Asia existen 12 religiosos cordobeses en congregaciones misioneras y en Oceanía otros 2 , hasta sumar el total de 181. Los misioneros describen su vocación así: « Nos valoran mucho , pero no por la razón por la que vamos» a esas zonas en riesgo, en palabras de Evans. El verdadero motivo que mueve a estos cientos de misioneros salidos de Córdoba -como a los del resto del mundo- es la fe . «Nuestro mundo solo entiende la colaboración» (el padre Evans se refiere a la solidaridad social de los países desarrollados), pero «los misioneros responden a una llamada de Dios desde la fe. Y esto es de por vida , no por un volunto».

La monja «Banene»

Es el caso, por ejemplo, de Lola Pérez , una monja de 72 años criada en El Naranjo que ha pasado más de la mitad de su vida (37 años) en una misión de las Hijas del Calvario en Zimbabwe . Acaba de volver a España porque allí las hermanas nativas son ya más de un centenar y pueden atender por sí solas a las necesidades de la comunidad, que no son pocas. «Yo era la última que quedaba con ellas», afirma Lola Pérez.

Allí el problema no es la violencia, sino la naturaleza y las enfermedades. «Siempre me he sentido muy segura entre africanos y nunca he tenido miedo como persona», declara. Por contra, «yo he sufrido mucho, porque cuando llegué me mandaron a la tribu Tonga, la más pobre del país, a un hospital. Aún había leprosos, aunque gracias a Dios la lepra está controlada ya». En su relato también se cuelan el sida, la malaria, las quemaduras por encender fuego dentro de las chozas para combatir el frío, la sequía, el hambre, el abandono de niños...

El pequeño Rafael, en primer plano, juega en la misión de Zimbabwe ABC

Quizás por eso uno de sus proyectos más queridos es un hogar para niños huérfanos, que se refieren a Lola como «Banene» , que significa «abuela» en el dialecto local. A ese centro llegó un día un bebé hijo de una madre con sida. « El niño no iba a salir adelant e, nos dijeron». Tres años después, «está para comérselo». Las monjas ya lo habían bautizado, y hoy se llama Rafael.

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