Coroanvirus Córdoba

Un día en la campaña del ajo de Córdoba, un exigente cultivo en tiempos del coronavirus

El impacto del virus en China, su primer competidor, disparó su precio. La campaña es óptima y no falta personal. ABC visita una finca en Santaella

Temporeros en la recogida del ajo en la finca de Valdearenales esta misma semana ÁLvaro Carmona

Rafael Á. Aguilar

Barbu Loretana es la estrella de la explotación de ajos que la firma Valdearenales tiene arrendada en el paraje de Fuente de los Santos, en el término municipal de Santaella . Esta mujer rumana de unos cuarenta años lleva quince en España y uno de sus medios de subsistencia desde entonces es la campaña del ajo. «Es la mejor cortadora que tenemos: además de ser la más rápida es la que mejor lo hace. Hay alguno que la puede igualar en agilidad, pero no en calidad». El comentario lo hace Rafael Estepa , el encargado de la explotación en la que cada mañana de esta la pasada semana estaban empleados entre cien y ciento cuarenta peones para completar la operación intermedia entre la recolección de la variedad de spring blanco , a cargo de un escuadrón de máquinas unas jornadas atrás, y la clasificación y el envasado del producto que la firma ejecuta en sus instalaciones centrales situadas entre las localidades de La Rambla y Montemayor .

La climatología caprichosa de gran parte del mes de mayo, que ha traído de cabeza a los responsables de la empresa, ha dado paso a un tramo final muy caluroso que si bien beneficia al secado del ajo supone un elemento en contra para los cortadores. Barbu, la plusmarquista del grupo, lleva las altas temperaturas con resignación. «A todo te acostumbras. Lo importante es no desconcentrarte . Ayer hice sesenta y cinco cajas. La práctica de tantos años, que de algo sirve. El ajo es el cultivo que más me gusta, porque es el que más dinero me da, más que la almendra o que la aceituna», resume la mujer en su redonda de ajos sin levantar la vista de las tijeras certeras que maneja.

Jornaleros entre las matas de ajos en Santaella Álvaro Carmona

Cuanto más cortas más cobras . A razón de 1 euro con 80 céntimos por cajón de ajos separados de la raíz y del tallo, la labor de los empalados de esta firma que exporta a Taiwán, Brasil, Italia y Francia avanza conforme el reloj le come horas a la jornada. La de Montse, una chica de Écija, ha empezado bien temprano, cuando aún era de noche. «Que si este trabajo me gusta? Es un trabajo, solo eso . Y una tiene que ganarse la vida. Aquí o en la aceituna. Donde haya un hueco», comenta la temporera.

«Tranquilo, que no tenemos coronavirus y guardamos la distancia social», bromea otro operario. El comentario distendido del obrero encierra una verdad que la empresa que lo contrata tiene contrastada. El administrador de Valdearenales, Antonio Estepa , agradece que en la faena de corte del ajo en el campo sea sencillo mantener los dos metros de distancia. «Cuando llegue el momento de procesar la mercancía en la nave sí que tendremos que mirar más por las medidas higiénicas y de protección, porque allí unas cincuenta personas trabajarán en un espacio cerrado. El resultado final serán 400.000 kilos del fruto que condimenta los guisos, a razón de 15.000 kilos por hectárea.

Almazara propia

Con una almazara propia también en el área de Santaella y otro terreno dedicado al cultivo del ajo en el término municipal de Córdoba, la empresa ha sufrido como pocas en el sector agrícola la incertidumbre que ha sembrado el Covid-19 . Para bien y para mal. Lo explica Antonio Estepa: «La crisis del coronavirus irrumpió en el mercado internacional en enero o febrero, cuando el ajo estaba en el campo en su proceso vegetativo. Teníamos en reserva ajo de la cosecha pasada en cámaras frigoríficas. Nos afectó directamente porque China es el principal productor de nuestro producto: al originarse allí la pandemia las exportaciones de China hacia otros países se paralizaron y aumentó mucho la demanda de ajo español de cámara, con lo que los precios también crecieron. En esos momentos podemos decir que la crisis nos benefició».

Pronto vino el envés de la fortuna . Prosigue Estepa: «Cuando el problema del coronavirus apareció en España nuestra principal preocupación era qué disponibilidad de mano de obra íbamos a tener para la recolección. Por eso Asaja preparó la bolsa de trabajadores , un poco para estar preparados. La recolección empezó a primeros de mayo. Pero por suerte no hemos tenido grandes problemas para formar los equipos de trabajo que cortan el ajo después de que se haya secado durante siete u ocho días».

A por la variedad morada

Rafael Estepa lo sabe casi todo del ajo. Lleva toda la vida relacionado con su cultivo y es desde desde hace lustros el encargado de los trabajos de la plantación del sello Valdearenales. «Cuando acabemos aquí en Santaella nos vamos a la finca de Córdoba y luego nos ponemos con la faena del ajo morado», asegura.

Natural de Montalbán y con una edad que ronda los sesenta años, el hombre se las avía como puede para darle la pauta del trabajo a los obreros extranjeros -«no siempre es sencillo que me entiendan, o que yo me haga entender», sonríe- y guarda buena memoria de cómo era la labor en el campo hasta hace no demasiado tiempo. « Antes no había maquinaria . El ajo se sacaba de la tierra todo a mano, con un arado. Y tampoco se cultivaba en las extensiones como en las que estamos ahora, el que más tenía treinta fanegas de tierra y además de secano», indica mientras señala la superficie en la que están diseminados unos 140 trabajadores a su cargo y que pertenece al sistema de regadío del Genil-Cabra.

Asiente su jefe, que tercia en la conversación: «Aquí dependemos mucho de la climatología , que tiene que acompañarte mucho durante el proceso. A lo que más le tememos es a que llueva: el ajo es un cultivo que recolectamos en el mes de mayo, y en mayo en Córdoba pues sabemos que si no cae agua al principio cae en el medio y si no al final», explica Antonio Estepa. «Esta temporada ha hecho daño que en mayo lloviera , aunque poco, y que luego saliera el sol muy fuerte. Esos contrastes hacen daño. Este es un cultivo muy exigente con el clima. El olivo no lo es: porque la aceituna siempre te espera », concluye el administrador de la empresa familiar con más de treinta años de trayectoria que produce en torno a 1,5 millones de kilos de ajo cada temporada. Llueva, truene o haya una pandemia que sobrecoja al mundo.

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