Perdonen las molestias

El mundo al revés

Quien se sentará en el banquillo no es quien se apropió del camino sino quien cortó el alambre

Protesta en la puerta de la Ciudad de la Justicia ABC
Aristóteles Moreno

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En este mundo fascinante en que nos ha tocado vivir, por el mar corren las libres y por el monte las sardinas. De tal modo que ayer por la mañana en el juzgado de instrucción número siete de Córdoba no fue citado el señor que cerró el paso de un camino público vulnerando la ley sino el que lo abrió restableciéndola. Hay días en que la realidad parece un cuentecito de Lewis Carroll, con los villanos ordenando la circulación y los agentes de policía dándose a la fuga por el agujero de una alcantarilla.

Ayer fue uno de esos deliciosos días. El señor que usurpó la vereda histórica del Bañuelo , registrada en el Inventario Municipal de Caminos Públicos, se estaba desayunando un café con leche en vaso de taza y media rebanada de aceite con ajo en el mismo instante en que la jueza estaba a punto de tomar declaración al ciudadano que cometió la temeridad de defender la ley. Pero cómo se le ocurre, alma de cántaro. Cuando la realidad se descompone en piezas inconexas y hasta disparatadas, puede suceder cualquier cosa.

Puede suceder, por ejemplo, que el excelentísimo Ayuntamiento catalogue los caminos públicos , promulgue ordenanzas para defenderlos y luego proteja a los infractores que vulneran sus propias ordenanzas. ¿A que parece una escena absurda de Alicia en el País de las Maravillas? No me digan que no es tierno. Es como si llegara la policía al escenario de un atraco y se llevara al cajero esposado con dos tiros en el hombro y un culatazo en el pómulo.

El mundo al revés es mucho más excitante. Dónde va a parar. Por ejemplo: el señor del Bañuelo se apropió del camino público en diciembre de 2020 porque se le puso en los bemoles. Tampoco necesitaba más argumentos. Fue denunciado en diciembre, fue denunciado en marzo, fue denunciado en abril y fue denunciado en junio ante el excelentísimo Ayuntamiento de Córdoba, que, por cierto, estipula multas de entre 15.025 a 30.050 euros para los infractores. Pues bien: a quien le piden 1.200 euros es al pobre hombre que tuvo que cortar el alambre para poder pasar.

Por cierto, el juicio se tuvo que posponer finalmente hasta mayo. A ver con qué nos sorprende Lewis Carroll en esta nueva vuelta de tuerca de una realidad que se nos desordena por días.

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