La Virgen de los Dolores llena de fervor la primera jornada de vísperas en Cádiz

Los nervios por la inminente salida procesional se mezclan con las emociones y los sentimientos que renacen cada año como si fuera el primero. Eso lo saben bien los más mayores que precisamente cuentan algunas de sus vivencias a los más jóvenes. Una vez más la devoción es infinita en San Lorenzo. Se aprecia en los rostros, ahora ya sí, al descubierto, sin mascarillas.

La imagen, vestida por Jesús Savona, va ataviada en este Viernes de Dolores con la saya que se restauró en el año 2000 y que va a juego con el manto de espigas del siglo XIX. El exorno floral es exquisito una vez más. Flores blancas y de nuevo ramos cónicos en espiral, una de las mayores aportaciones de Cádiz en lo que se refiere a este arte, adornan su presencia y dan luz al riguroso negro. De forman salteada, muy disimuladamente, se disponen unas estrellas de mar. Todo ello ha sido preparado una vez más por Ramón Fernández que se muestra emocionado mientras repasa todo para que esté perfecto.

Además, la Virgen de los Dolores lucía en el pecho la Medalla de Oro de la Ciudad de Cádiz y a la espera quedaba de que en Catedral se le impusiera una cruz pectoral del obispo emérito ya fallecido, don Antonio Ceballos Atienza, que dejó en su testamento para la Dolorosa de Servitas coronada por él en 2011.

Tras la misa comenzaban los preparativos previos a la salida procesional. Formaban con orden las secciones del cortejo que iba a poner la orden en la calle. El veterano y experimentado José Julio Reyeros, desde el año 1993 al frente de Dolores, daba emocionado las indicaciones a esa cuadrilla que tenía que mover el palio con cuidado para llegar hasta la puerta de San Lorenzo. Mientras esto sucedía la cruz de guía y los primeros penitentes ya estaban fuera, camino de Hospital de Mujeres. Entre 110 y 120 capirotes acompañaban este año a la Dolorosa.

Formaban parte también del cortejo el párroco de San Lorenzo, Iván Llovet, el vicario, Juan Pablo Martínez, y el padre Franco María Azzalli OSM, que este año sí ha podido estar en Cádiz para acompañar a la Orden.

El palio asomaba por el dintel de la puerta y tras varias maniobras se escuchaba la marcha real. Con todo dispuesto se producía la primera levantá. La Virgen de los Dolores se elevaba al cielo de Cádiz con elegancia y sonaba, como es habitual, la marcha Ecce Homo, del Maestro Escobar interpretada por la banda de música Maestro Tejera de Sevilla que iba a brindar un repertorio clásico y serio pero no de luto. Buscaba la esquina de Hospital de Mujeres y sonaba entonces otro clásico, Amargura de font de Anta. Después le seguiría Fernando III el Santo. Avanzado el recorrido, a la salida de la Seo, iba a sonar Mater Servorum y en el Palillero Madre de los Servitas, que se estrenó el año pasado. Igualmente, a la recogida, estaba previsto que sonara Paz y Amparo como homenaje a la hermandad de la Borriquita y al autor de la composición, Pedro Morales.

La Orden Servita no presentaba demasiadas novedades de cara a este Viernes de Dolores. Sí la restauración de una pértiga y una naveta, además de diversas joyas de la Virgen. Pero el estreno más importante de los Servitas se producía en el mes de agosto cuando la imagen fundacional, la que se conserva en la hornacina, salió en su nuevo paso de palio procesional.