Misterios de Andalucía: El verdadero hombre del saco de Almería

La historia va más allá y lejos de ser un personaje imaginario es una persona real que protagonizó un terrible suceso

José Manuel García Bautista

El 'hombre del saco' es el típico asustador que inquieta y atemoriza a aquellos niños cuyo comportamiento no es el correcto y sus travesuras destrozan la paciencia de padres y familiares. Sin embargo, esta historia va más allá y lejos de ser un personaje imaginario se trata de alguien muy real que protagonizó unos tristes acontecimientos sucedidos en la Sierra de Gádor.

Este asustador puede 'engatusar' a los más pequeños con chucherías y golosinas , pero la historia de Francisco Leona y su víctima, el niño Bernardo González, supera la realidad. La historia de este asesino es singular y se recoge del acervo popular diciendo –textualmente- así: 'En el verano de 1910, el calor era sofocante y húmedo, el típico de nuestra tierra en la provincia de Almería. Los temporeros iban y venían por las calles de los pueblos buscando algo de trabajo, un jornal con el que poder alimentar a su familia. Y así transcurría con la normalidad habitual de un humilde pero noble pueblo agrícola, Gádor, pueblo situado en la vega del río Andarax y bastante cerca de la capital. Allí vivía un hombre temido por muchos por su mirada fría , por su vengativo carácter y por una violencia desmedida que sus vecinos temían. Se llamaba Francisco Leona Romero tenía 75 años de edad y era barbero y curandero. Era familiar de los que durante muchos años habían ostentado el caciquismo político en Gádor y su infancia y adolescencia estuvo envuelta de peleas , todas ellas impunes gracias a su familia. Ese hombre pasaría a la historia por ser el 'hombre del saco' o más conocido en Almería 'el sacamantecas'.

El caso

El 28 de junio de 1919 el niño Bernardo González Parra no regresó aquella tarde a su casa. Sus padres, acompañados de familiares y vecinos de Gádor lo buscaron infructuosamente hasta que decidieron dar parte a la guardia civil.

Pero la búsqueda siguió sin dar resultado y fue entonces cuando a las 4 de la tarde, se presentó en el cuartel de la guardia civil un vecino del pueblo que decía haber encontrado el cuerpo de un niño muerto oculto bajo unas piedras y matorrales en el paraje de Gádor nombrado por los vecinos como 'las pocicas'.

El hombre que dio el aviso a la guardia civil se llamaba Julio Hernández Rodríguez, más conocido como el tonto, apodado así por su marcada debilidad mental. Cuando la autoridad se presentó en el lugar, se comprobó que todo lo comentado por él, resultó estar en lo cierto. La autopsia indicó la violencia del crimen y la gran frialdad y crueldad con la que se había llevado a cabo.

El niño Bernardo González sufrió heridas múltiples en la cabeza , con rotura de huesos, algunos de cuyos trozos se introdujeron en la masa encefálica , producidos por un cuerpo contundente, como una piedra, algún palo alargado de madera u arma contundente, asestado el golpe con gran fuerza y fiereza.

En la axila izquierda el cadáver tenía una herida profunda producida seguramente por un hierro punzante y a su vez con filo, que mediría unos cuatro centímetros de longitud, arma que manejada de abajo a arriba dio ocasión a que su punta saliera por el hombro donde produjo una herida de dos centímetros.

Encima de la boca del estómago le habían realizado un corte limpio que terminaba al comienzo de la zona del pubis . Los intestinos habían sido extraídos y cortados a la altura del duodeno. Se advirtió también que la grasa corporal del colon había sido extraída. Tampoco se encontró en la víctima rastro alguno del peritoneo.

Buscando a los culpables

Muchos del pueblo señalaron a Francisco Leona como posible autor , y la guardia civil pensó lo mismo, debido sobre todo al extraño ritual con el que se había asesinado al niño. El crimen parecía estar envuelto en brujería . Los primeros interrogatorios a Leona fueron inútiles pero cuando se le continuó presionando señaló a Julio 'el tonto', el hombre que había señalado a las autoridades donde estaba el cadáver del niño. Así que Julio Hernández Rodríguez fue también detenido. La guardia civil sometió a los dos sospechosos a un careo y todo empezó a aclararse. Se acusaban mutuamente , incluyendo datos en la investigación que solamente podrían conocer si los dos estaban relacionados con el caso. Todo continuó igual hasta que Francisco Leona se desmoronó y contó todo.

Un agricultor que sufría tuberculosis, Francisco Ortega 'el moruno', acudió a la curandera Agustina Rodríguez para que le aliviara la enfermedad y le prolongara la vida , cosa con la que este hombre de 55 estaba obsesionado. La curandera le aplicó cataplasmas, le preparó infusiones, pero nada funcionaba.

Le comentó que seguramente Francisco Leona podría ayudarle. Agustina, Leona, y el agricultor se reunieron para hablar del caso. Leona comentó que la enfermedad sería mortal en poco tiempo si no se sometía a su 'tratamiento' en pocos días. Y le dijo 'es necesario que te bebas la sangre de un niño inocente aún vivo y después te coloques una cataplasma sobre el pecho realizada con su grasa'.

El moruno era un hombre supersticioso y fiel creyente de supercherías y viejas supersticiones , creyó la palabra de Leona y aunque dudó en un principio por el hecho de que se tendrían que arrebatar la vida de un inocente, al final accedió.

Acordaron el elevado precio económico de la brujería y se planeó todo para conseguir un niño. Julio 'el tonto' era el hijo de la curandera Agustina y ayudaría a Leona con el rapto y el transporte del niño. La tarde del 28 de junio, Leona y Julio se ocultaron tras unos matorrales en un camino transitado por niños, cuando vieron apartarse al niño Bernardo de un grupo de niños con el que jugaba y quedarse solo, Leona lo asaltó le aplicaron cloroformo, lo metieron en un saco y lo llevaron hasta el cortijo de Agustina. Ya en la seguridad de la guarida avisaron al moruno que acudió y comenzó el salvaje e inhumano ritual.

Todavía vivo, Francisco Leona hizo el corte al niño en la axila , Agustina llenaba vasos de sangre que salía a borbotones, los mezclaba con azúcar y se los daba de beber al moruno indicándole que repitiera las palabras 'antes mi vida que dios' mientras bebía la sangre.

Después de unos vasos se le tapó la herida y le practicaron un torniquete al niño Bernardo para que no se desangrara ya que la extracción de la grasa debía realizarse con él todavía vivo.

Quedaron con el moruno en llamarle cuando las cataplasmas estuvieran listas y Leona y Agustina continuaron con su macabra operación. Mientras tanto el niño Bernardo abría de vez en cuando los ojos y había contemplado con horror la terrible carnicería que se le estaba practicando.

Lo volvieron a meter en el saco, Julio y Leona lo llevaron hasta el paraje de las pocicas , donde Leona cogería una piedra y le golpearía la cabeza una y otra vez hasta que la aplastó, después le abrió el estómago y le extrajo la grasa que necesitaba para las cataplasmas para posteriormente abandonarlo para que se lo comieran las alimañas.

No se contaba con que Julio indicaría la situación del cadáver a la guardia civil al no recibir de Leona ni de su madre las 50 pesetas prometidas por su labor desempeñada en tan cruel acto.

Francisco Leona murió en la cárcel sin llegar a conocer la sentencia que le hubiera correspondido: garrote vil. El Tribunal condenó a la pena de muerte en garrote a Francisco Ortega 'el moruno', Agustina Rodríguez y Julio Hernández 'el tonto'. Los informes psiquiátricos influyeron para que 'el tonto' fuera indultado.

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