Mariano Rajoy perdió las elecciones del 14 de marzo de 2004, pero el mayor estigma cayó sobre su fiel escudero Ángel Acebes, el ministro del Interior que puso cara a la gestión basada en el «ha sido ETA». Cuentan sus allegados que Acebes, que había recorrido todo el escalafón político desde su debut como concejal de Ávila, envejeció varios años en aquellos tres días: quedó marcado, con su carrera refrenada de pronto por un lastre muy pesado y muy feo.
No se puede decir, de todas formas, que a Acebes le haya ido mal en esta década. Al principio, siempre leal, siguió siendo el rostro visible del aznarismo después de Aznar, centrado en acusar a los socialistas de haber ganado por una jugarreta ilegítima. En 2008, tras la nueva derrota del PP, abandonó la secretaría general y se quedó como diputado raso, pero tres años más tarde acabó renunciando a su escaño en el Congreso.
El mundo de la empresa le acogió con ese amoroso abrazo que reserva a los exgobernantes. Durante nueve meses fue consejero del BFA, la matriz de Bankia, y eso le supuso acabar imputado -según su abogado, «de rondón»- en la causa judicial. En 2012 saltó a Iberdrola, que le fichó como consejero externo, y allí ha ido mejorando su posición hasta entrar en la Comisión Ejecutiva Delegada. También ha sido objeto de inesperados honores: Nava de Arévalo, el pueblo abulense donde su abuelo tenía farmacia, le dedicó una calle en 2011, como «padre del regadío de Las Cogotas».
Ángel Acebes, que actualmente tiene 55 años, cobró 310.000 euros en 2013. Según calculaba la semana pasada el periodista Ignacio Escolar, sus ingresos brutos de la última década rondan los dos millones de euros, con una media mensual de 16.400. Eso siempre ayuda a sobrellevar un estigma.
