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Federer, el dios del tenis

El suizo ganó su séptimo Wimbledon por 4-6, 7-5, 6-3 y 6-4 , recuperó el número uno del mundo y entró en la historia al igualar la marca de Sampras y lograr su ‘Grand Slam’ número 17

09.07.12 - 01:11 -
Federer, el dios del tenis
Federer, campeón de Wimbledon, besa el trofeo. / Ap
No es uno de los diez mejores partidos de la historia, pero sí deja golpes extraordinarios. No es un encuentro con un ritmo trepidante, con duros y espectaculares peloteos, pero sí deja intercambios antológicos. No es un duelo que vaya a pasar a la historia por su nivel, pero sí por la grandeza de lo conseguido por Roger Federer. No en vano, este domingo igualó el récord de una leyenda como Sampras al conseguir su séptimo Wimbledon, su decimoséptimo título de ‘Grand Slam’. Y también ha recuperado el número uno mundial. Casi nada.
Enfrente, 74 años después de que el último britanico jugase la final en el All England Tennis Club, Murray lucha contra la historia. Y también ante su historia. Porque el escocés, un gran tenista con mucha clase y talento, ha tenido la mala suerte de coincidir con tres de los jugadores más grandes de todos los tiempos, ante los que había perdido tres finales de ‘Grand Slam’. Y en esta ocasión, pese a que empieza de la mejor forma posible, paga su inexperiencia. O la excelencia de Federer.
El público parece haber olvidado su habitual señorío y se vuelca con el escocés. No es una final más. El tenista que lleva esperando décadas la afición británica está ante su gran oportunidad. Y la grada no escatima. Pesan las piernas, golpea el corazón. Se para el partido. Se techa La Catedral. Se incrementa la calidad del encuentro. Y Federer no falla. Gana uno tras otro el segundo, tercer y cuarto parcial y se lleva una nueva edición de Wimbledon por 4-6, 7-5, 6-3 y 6-4.
Ya campeón, el público observa al mejor tenista de la historia de forma enternecedora. Él, con una sonrisa de niño, con lágrimas de grandeza en su rostro y muy emocionado, mira a su banquillo, donde están sus dos hijas. Acaba de confirmar una máxima: por mucho que se haya ganado, siempre se puede ser más grande. Y nadie sabe donde está el techo de Roger Federer.
Demasiado Federer para Murray
Antes de que Federer levantase su séptimo Wimbledon, Murray saltó a la pista decidido y agresivo. Pese a los problemas que ha tenido en todos sus finales a nivel de mentalidad, apenas dudó en el primer set. Únicamente se dejó una vez su servicio por el camino. Y por fortuna para él, lo hizo después de haber roto el de Federer. Se encontraba más cómodo sobre la pista. Sin grandes alardes, mantenía la calma. Trataba de ganar metros en la pista y de imponer su servicio. Y ayudado por los errores no forzados del suizo, cerró la primera manga.
El partido estaba controlado por el escocés, impulsado por la irregularidad del helvético. La mente no le fallaba. Pese a gozar de varias ocasiones de rotura y no poder aprovecharlas, Murray no se vino abajo mentalmente. Hasta el juego decisivo de la manga. Con 6-5 de Federer, el helvético se despertó y se metió de golpe en el partido gracias a un par de golpes mágicos. De esos que parecen imposibles; de esos que solo hace él; de esos que le han convertido en el mejor tenista y que le permitieron cerrar el acto.
Después de cuarenta minutos de parón por lluvia, donde se techó La Catedral, el saque fue salvando al cuarto cabeza de serie. Mientras tanto, Federer iba a más, mostrándose mucho más cómodo y seguro. Y tras un juego que parecía que no acababa nunca, que duró 18 minutos y que tuvo 10 ‘deuces’, y una mejora sustancial del helvético, el set se decantó del lado de Federer. Era el juego clave y lo sacó adelante. Al igual que el partido.
En la última manga del choque, Federer pronto golpeó primero. Rompió el servicio del escocés y se dedicó a repartir golpes imposibles de contrarrestar. Las condiciones de la pista le beneficiaban. Pero no iba ganando por eso; vencía por su tenis irrepetible. Impresiona la facilidad con la que cierra los golpes. No deja de sorprender la supremacía que ejerce sobre la pista. Y pese a que Murray no desistió, no quería despedirse de la victoria, Roger Federer cerró la cuarta manga y demostró que es el más grande de la historia. En definitiva, es el dios del tenis.
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