El cazador, cazado, o casi. A Vincenzo Nibali se le ha acabado la tranquilidad, relativa, de la que disfrutaba en la Vuelta a España. El colchón de segundos que tenía en la general se le ha terminado.
Es cierto que sigue manteniendo un renta importante, pero el margen de seguridad del que disponía lo ha consumido en los dos kilómetros finales que conducían este lunes a Formigal, donde menos se esperaba que pudiese pasarle nada.
El que más partido ha sacado de ese mal momento ha sido Horner, que le tiene a tiro, a 28 segundos. Nibali cuenta con el suficiente crédito y experiencia como para manejarse sin problemas con esos segundos que mantiene.
Lo que ya no le queda es margen de error, suponiendo, que es mucho suponer, que ni Horner, ni Valverde, ni Purito Rodríguez tengan un mal día, algo de lo que no está libre nadie. Por fortuna, el ciclismo lleva ya unos años en los que los líderes no son inmunes a pasarlo mal.
Le sucedió a Bradley Wiggins en el Giro, a Chris Froome en el Tour y le ha pasado a Nibali en la Vuelta. Para que un ataque pueda fructificar tiene que fallar el líder y eso es lo que pasó, que Nibali no podía. Bastó con ver a Valverde salir disparado para comprobar que algo pasaba con Nibali .
Si Horner o Valverde pueden, les queda el ir minando a su equipo, obligándoles a trabajar, madurándoles para llegar al Angliru y jugarse la carrera. Hace falta eso, poder, porque en esta carrera no hay nadie que esté entero. La cuestión es mucho más simple. Unos están más enteros que otros. Queda por comprobar a donde llega la entereza de cada corredor.
La semana final de la Vuelta, con tres llegadas en alto, Peña Cabarga, El Naranco y El Angliru promete emociones fuertes, intensidad. El riesgo es que quien quiera arriesgarse a ganar la carrera, Horner o Valverde, pueden quedarse fuera del podio, perderlo todo. Solo otro mal momento de Nibali convertiría esa situación en algo apetecible, es decir algo parecido a lo sucedido este lunes. Que vuelva a fallar el ganador de la Vuelta 2010 es posible. Lo que ya resultaría más sorprendente es que sus tres rivales más cercanos estuviesen pletóricos en ese instante.
