Los finales en alto no sólo definen el ganador de una etapa. También marcan el desarrollo de la misma y más en una Vuelta a España en la que el descontrol durante muchos momentos de la prueba ha permitido que progresen muchas ilusiones de victoria hasta que se topaban con la realidad del día, rampas que se mostraban imposibles para sus posibilidades.
Si encima le añadimos una primera hora de carrera en la que se cubren 50 kilómetros y una segunda en la que la media horaria se va a los 48 kilómetros por hora, el desenlace suele presentar problemas de axfisia colectiva, que cercena objetivos, posibilidades y triunfos.
Que la etapa del Naranco no prometía grandes emociones en sus puestos de honor era algo que se presumía. Lo que nadie pensaba es que Vincenzo Nibali se encontrase tan tocado como para perder el liderato.
Perdió seis segundos con Horner, lo que le deja a tres segundos del americano, que se convertiría en un tiempo asumible para un líder sólido, entero, es decir, lo opuesto a lo que es en estos momentos el italiano.
Es decir, que estaría en condiciones de recuperar el primer puesto. No es el caso.
Nibali está físicamente destruido y mentalmente tocado porque sabe que Horner es mucho más fuerte que él, lo que se traduce en que, a falta de El Angliru, ha perdido la Vuelta, o lo que es lo mismo, que los segundos se pueden convertir mañana en minutos.
Nibali, en evidencia
Cuando se va perdiendo tiempo día tras día -Peña Cabarga, El Naranco-, la llegada de una dureza extrema no mitiga ningún tipo de súplica.
El Naranco sólo sirvió para que 'Purito' Rodríguez consiguiese el triunfo de etapa que llevaba buscando desde que comenzó la Vuelta, además de sumar diez segundos de bonificación, lo que le deja a 51 de Valverde.
Su ataque dejó en evidencia a uno de los único corredores del mundo que podría plantarle cara a Chris Froome y Quintana en el próximo Tour, Nibali.
Movistar volvió a mostrarse activo, pero sus planteamientos están resultando arriesgados y peligrosos. Han trabajado mucho y han conseguido muy poco beneficio. Va a pelar la victoria final hasta la meta de El Angliru, va a intentar conseguir una etapa, ser segundo, como mal menor.
El último kilómetro de El Naranco mostró a un Saxo-Tinkoff muy activo, que buscó colocar a Nicolás Roche. También se mostró Scarponi. Todos los movimientos se detuvieron cuando apareció 'Purito'.
En esta ocasión midió bien los últimos quinientos metros que le quedaban, dejó sin respiración a sus rivales, nadie se movió a por él. Lo que hizo fue comprobar cómo iba la gente y vio caras que denotaban un sufrimiento que no se podía disimular. Y en ese molinillo que no deja de girar cuando se huele, aunque no se vea, la meta, Horner volvió a pescar segundos.
Aceleró. Nibali se quedó sentado en su sillín, aunque la situación que se produjo queda mejor definida si se aplica la palabra clavado. El ganador del Giro parecía pegado a la carretera. No pudo ni moverse.
Nibali ha perdido la carrera y eso, con ser importante, podría no ser lo más dramático para él puesto que, a poco que se le atragante, El Angliru dejará de estar en el podio. Y esa situación, si se produce, ya lleva el final de la carrera a otra dimensión, a motivaciones diferentes.
Valverde y 'Purito' han visto, han olido la debilidad de Nibali y saben que la presa está madura, que sólo es cuestión de mecerla hasta que se caiga, de castigarle sin piedad hasta que reviente. Esa es la ley del ciclismo, la que Nibali aplicó a sus rivales en el Giro.
La lectura, incompleta a día de hoy, que nos deja la Vuelta a España es que no están los tiempos para hacer dos grandes en la misma temporada. O sí, pero sin ser competitivo al cien por cien en una de ellas.
