El español Alberto Contador del equipo Saxo Bank-Tinkoff Bank durante la última etapa del Eneco Tour. / EFE
La Vuelta a España va a tener favoritos de casa, protagonistas que llegan a los aficionados, nombres como los de Alberto Contador, Joaquim Rodríguez, Alejandro Valverde, Juanjo Cobo o Igor Antón. Ese es uno de los alicientes que resultan decisivos en una prueba ciclista.
Una carrera de tres semanas, –salvo que hablemos del Tour de Francia–, que no tenga un ciclista de casa entre los aspirantes al triunfo final termina por desengancharse del fervor popular.
Estamos ante la prueba de los sueños, de las oportunidades, de intentar hacerse un nombre en el ciclismo internacional. Quienes hablan de cualquier prueba ciclista nombrando a los ausentes cometen un error. Cuentan los nombres que están en la carretera.
Ganar una vuelta de tres semanas no está al alcance de todo el mundo. No todos los ciclistas valen para poder conseguir ese logro. Contador, por derecho propio, es el gran favorito, es cierto, pero hablamos del Contador que vimos en el mes de enero.
No sabemos el ciclista que nos vamos a encontrar ahora, siete meses después de una sanción chapucera, por productos que las asociaciones de corredores y de equipos, –¿se sabe para que sirven esos entes?– tendrían que descartar del catalogo de sanciones.
Las dudas que puede generar Contador hacen vivir a Froome, ‘Purito’, Antón y demás aspirantes al triunfo. Todos quieren verle para saber cómo se encuentra. La presión de Alberto Contador, –lo decimos siempre–, se queda en nada ante todo lo que ha pasado a lo largo de su vida, por no hablar de la que ha tenido allí donde ha ganado.
No es una cuestión de presión, de calidad, de entrenamiento. De eso está sobrado. Hablamos de lo que sentirá encima de una bicicleta cuando vayan pasando las etapas. El mejor corredor del mundo tendrá muchas cosas en contra, en una carrera muy bien diseñada, con la montaña justa, pero se tendrá también a él mismo. En un ciclismo como el actual, habrá más emoción en los tres kilómetros finales de muchas etapas que en las grandes llegadas del Tour. La Vuelta sabe adaptarse al ciclismo y a los ciclistas que hay.
