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«Sin mi padre no sería ciclista»

Wiggins apenas vivió con su progenitor, que murió hace cuatro años en extrañas circustancias en Australia

23.07.12 - 15:44 -
Quienes nacen en el barrio londinense de Kilburm terminan siendo lecheros, obreros o empleados de oficina. Bradley Wiggins sabía desde que tuvo uso de razón que no quería ser ninguna de esas dos cosas. Iba a ser ciclista, o al menos intentarlo. Quienes le conocen más o menos bien dicen que no es fácil entender la verdadera personalidad de Bradley Wiggins . Lo que nadie pone en duda es que la tiene muy acusada, que es muy firme en sus convicciones y que tiene una capacidad de trabajo que no es normal.
Si le preguntan a un inglés como es el barrio en el que nació, te lo explica muy gráficamente: «Si miras un donuts, en el agujero está la mermelada, lo más sabroso, y el barrio en el que nació Bradley es lo que te llevas al principio a los labios». A principios de los años noventa, en ese barrio, un chaval que llevaba un maillot del equipo Z (con el que Greg Lemond ganó el Tour) y un pantalón de lycra (un culote) llamaba la atención con su bicicleta. En Londres, en esos años, Wiggins era como una especie de Billy Elliot de las dos ruedas. Situado en el norte de Londres, lo que mandaba donde vivía era el rap y el fútbol.
La figura de su padre, Gary, un 'pistard' australiano que hizo carrera en las pruebas de Seis Días y vivía en Gante (Bélgica), donde Bradley nació, marcaría su carrera. Siendo un bebé se separó de su madre y se marchó a Australia. Sus abuelos maternales, Maureen y George Cousins, le criaron. Su madre se llama Linda. Murieron los dos hace dos años, cuando se disputaba el Tour, y no han podido ver a su nieto de amarillo en el podio de París.
El propio Wiggins explica: «Mi madre me decía que como mi padre había sido ciclista, yo también debería de ser bueno sobre una bicicleta. A los 12 años, viviendo en Londres, decir que quieres ser ciclista profesional es algo que va contra la lógica. Entonces no había un Mark Cavendish que te sirviese de referencia. Sólo estaba Robert Millar, alguien al que nadie conocía en Inglaterra». Hace cuatro años su padre murió en extrañas circunstancias en Aberdeen (Australia). Quienes están cerca de él pueden hablar de su preparación, de sus gustos, pero el tema del padre es tabú: «Es un capítulo de su vida del que no habla nunca». Eso dice al menos Shane Sutton, encargado de la preparación del Sky y que corrió con el padre de Bradley.
Lo corrobora Ray Kelly, con el que hacía salidas en bicicleta cuando pertenecía al Willesden Cycling Club: «Comprendí el impacto de lo que supuso la ausencia de su padre para él cuando leí su biografía, 'In Pursuit of Glory', en 2008». En su mirada, en su rostro jalonado con unas largas patillas, hay un poco de tristeza: «No tuve padre cuando lo necesité, pero sin su recuerdo, yo no hubiese sido ciclista. Jamás hubiese intentado ser ciclista profesional. Nunca le ví correr, no crecí junto a él. Le ví en fotos y hablé con gente que le conoció».
No da la mano por higiene
No le gusta dar la mano para saludar, por higiene, y es de los que prefiere mantener las distancias. «Te puede decir que zapatillas llevaba Lemond cuando le ganó la contrarreloj de París a Laurent Fignon y que manillar tenía Hinault cuando dobló a Lemond en no sé que puerto, pero no se sé si se conoce muy bien a él mismo», asegura Sutton.
Si hay tres momentos claves que pueden definir su infancia esos son el recuerdo de su padre, Gary, la muerte de Tom Simpson en las pendientes del Mont-Ventoux en 1967 y el duelo Fignon-Lemond en el Tour de 1989.
Hacerse corredor ciclista en Londres requiere mucha paciencia y muchas ganas de serlo. Entrenaba en carreteras cerradas a la circulación, al oeste de la capital. Los jueves iba a Crystal Palace, los sábados por la mañana acudía al velódromo de Herne Hill, que era un lugar sagrado para él. Allí se celebraron los Juegos Olímpicos de 1948.
Sólo el comienzo
A los 18 años dejó Londres para irse a Manchester y enrolarse en el equipo inglés de pista. En ese lugar, bajo techo, comenzaría una carrera que le llevaría a ganar seis medallas de olímpicas, tres de ellas de oro, y otros tantos títulos mundiales. La persecución y la americana eran sus pruebas. Vive en una granja, con su mujer, Cath y sus dos hijos, Ben (5 años) e Isabella (7) lejos de Londres, en Wigan. Un lugar que está cerca del lugar en el que entrena la selección inglesa, o lo que es lo mismo, la base del Sky.
Dicen que no ha vuelto por su barrio, que no le gustaba mucho, entre otras razones porque se ha pasado media vida rodando por el mundo. «No puedo vivir en Londres. Hay mucha gente y me gusta vivir un poco apartado de todo el mundo, en el medio de la nada».
Wiggins comenta que la fuerza de voluntad que tuvo de pequeño es lo que le ha hecho llegar donde ha llegado: «No fumaba ni tampoco me dedicaba a romper coches, ni a robar. Eso hacía que otros chicos me dijesen que iban a meterme la bicicleta por el c....Estoy contento de haber sido fuerte entonces. Por eso estoy aquí ahora». Ha confesado que nunca tuvo un grupo de amigos con el que mantuviese unas relaciones muy fuertes: «Mi barrio no es algo que me traiga muy buenos recuerdos. Estaba contento con mi familia, pero no hay nada en particular que me haga estar unido a él».
Hace tiempo que quedaron olvidados sus coqueteos con el alcohol. En su pasado por equipos franceses, estuvo seis años corriendo en ellos, nadie vislumbró donde podría llegar. Uno de los directores que tuvo Alberto Contador en el equipo Astana, Alain Gallopin, no cree que si Alberto hubiese corrido este Tour habría podido ganar a Wiggins : «Ni estando al cien por cien habría podido ganarlo Contador. Este Tour no se le hubiera escapado a Wiggins ». El máximo responsable del equipo Sky, Dave Brailsford, ha dejado muy claras sus intenciones: «El equipo es fuerte y volveremos el próximo año para hacer lo mismo. Esto no ha sido más que el comienzo, tanto para Sky como para Bradley». Su próximo objetivo es un nuevo título olímpico, el de la contrarreloj individual. Conseguir un nuevo oro olímpico cerraría un círculo muy difícil de volver a lograr. Este domingo por la noche voló en un avión privado hacia Londres.
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