Juanjo Cobo. / Efe
Quiere esperar hasta el fin de semana para conocer de verdad su estado de forma real. Cree que está bien, «pero en tres etapas tampoco se puede ver mucho».«En Sierra Nevada me encontré muy a gusto, aunque la retirada en el Dauphiné Liberé hizo sembrar dudas en el equipo», aseguró el corredor.
Juanjo Cobo, el último ganador de la Vuelta a España, vuelve a tener aspecto de ciclista, a la espera de lo que diga la carretera. «Después del abandono en el Dauphiné Libere (en la quinta etapa) hablé mucho con Eusebio Unzue, prácticamente todos los días, y le iba transmitiendo mis sensaciones, que eran buenas. Me dio mucha confianza, mucha, y por eso estoy en el Tour», comentó.
Estaba convencido de que se encontraba bastante bien físicamente, pero que se equivocó en el Dauphiné. «Pensaba que iba a estar delante, me compliqué cuando no tenía ninguna necesidad de meterme en complicaciones», se lamentó el ciclista.
Estuvo tres semanas concentrado en Sierra Nevada, con bastantes de sus compañeros de equipo. Vivía en un apartamento, con su novia. «Los primeros días entrenamos arriba, a más de dos mil metros, para ir acostumbrando el cuerpo a la altitud. Luego bajábamos a Granada y subíamos por Monachil, haciendo puertos. Igual no asimilé bien la altura al principio y la terminé acusando», dijo Cobo.
En toda su carrera, tiene 31 años y lleva ocho como profesional, nunca había entrenado en altura y tampoco le habían pesado todos los días durante una prueba como están haciendo con él en Movistar: «Sólo el año que corrí en el Caisse d’ Epargne me pesaban. Es que me da mal rollo estar pendiente de lo que marca la báscula, de si has engordado quinientos gramos, de si tienes que dejar de comer. No voy a dejar de comer por coger quinientos gramos. Yo ya sé como ando y si tengo que comer más o menos, y también si necesito bajar peso. Si me peso en carrera me termino comiendo la cabeza. Lo mejor es hacer lo que te pide el cuerpo».
Su comienzo de temporada ha sido bastante tranquilo, tal y como se lo habían programado. La espera para ver si Josean Machin sacaba equipo le hizo comenzar a entrenar en enero, «un mes más tarde que otros años». «Tenía un principio de temporada tranquilo y no tenía que forzar», aseguró.
Cogió bastante peso, o esa impresión daba, aunque dice que solo fueron seis kilos. «Es lo que decía la báscula cuando fuimos concentrados», comenta con una sonrisa. Ahora está en los 70 kilos de peso: «Al Tour he llegado bien. No estoy al cien por cien de forma, pero sí en buenas condiciones». Si le pides que compare su peso actual con el que tenía en la Vuelta se ríe: «¡Pero si ya te he dicho que no me pesaba nunca! Creo que estoy más o menos igual».
Sabe que su papel en este Tour pasa por estar pendiente de Alejandro Valverde: «Tengo que trabajar para Alejandro y ayudarle todo lo que pueda. Muchas vueltas tendría que dar la carrera para que tuviese que hacer otra cosa».
Llegó a la salida de Lieja con 23 días de competición y no le importa tener que estar pendiente de Valverde: «Dentro de dos meses tendré otra tarea». Es el tercer Tour que corre, bueno uno y medio porque el de 2008 se tuvo que ir a casa en la octava etapa (cuando Saunier Duval fue expulsado de la prueba por el positivo de Riccó).
A sus rivales en la Vuelta, Froome y Wiggins, les ha visto «mucho mejor que allí».«Sobre todo Wiggins, que lleva en una forma impresionante todo el año. En el Dauphiné iban los dos supermetidos en carrera, como todo el equipo», señaló.
«Ha notado que el Tour va más tranquilo que cuando yo corría, se piensa más en guardar fuerzas», observó el ‘Bisonte’. También recuerda lo que le pasó a él: «Por dos corredores, todos quedamos marcados. Estaba en mi mejor momento y era octavo en la general. Aquello nos perjudicó al equipo y a mi. A los corredores fue a los que más nos salpicó».
