FERIA DE ABRIL DE SEVILLA 2018

Ángeles Espinar Díaz: «Yo puse de moda los mantones de Manila y los saqué de los baúles»

Hoy, la sala de exposiciones de la Cámara de Comercio se va a vestir de lujo y duende con la exposición de esta sevillana emprendedora que ha sabido conjugar el arte y el mercado con una de las prendas más bellas que se puedan lucir: el mantón de Manila

Ángeles Espinar Díaz VANESSA GÓMEZ

FÉLIX MACHUCA

Dice que aprendió a bordar con su madre en aquellos bastidores pequeñitos, casi de juguetes, que tenían las niñas del pasado siglo ¿verdad?

De los redonditos que teníamos las niñas para aprender a bordar. En esos bastidores se bordaba en blanco. Y así aprendíamos.

Pero quien la puso ante el toro de la verdad fue su tía.

Mi tía me enseñó a bordar lo difícil: caras de chinos, pájaros y flores. Con la puntá bonita que yo tenía entonces.

¿Con cuántos años entró a bordar en el taller de su tía?

Con doce años.

¿Es verdad que su tía le puso en sus manos un mantón de seis pesetas de entonces para que lo bordara?

Por mis hijos que así fue. Así aprendí a bordar profesionalmente. Con mi madre aprendí a bordar florecitas. Pero en el taller me enseñaron lo difícil. Recuerdo que empezábamos a bordar a las diez de la mañana. A las dos nos íbamos a comer. A las tres volvíamos. Y me encontraba que mi tía le había metido la tijerita a muchas de las cosas que hacía. Porque no estaban bien hechas. Y vuelta a empezar. Nada se aprende sin esfuerzo. Me enseñó a bordar muy bien. Nunca me enfadé.

Usted tiene lo que se llama la «puntá» bonita ¿Nos explica qué es eso?

Es la que, por ejemplo, al bordar el pétalo de una flor tiene que ir toda la puntá para el centro de la flor. No para el lado como alguna gente borda. Eso es tener la «puntá» bonita.

O sea, a sus mantones no está de más decirle que tienen un puntazo…

(Risas) Claro. Yo le he enseñado a las niñas que tenían la «puntá» bonita a convertirse en muy buenas bordadoras, ayudándolas porque tenían talento para bordar.

¿Con la «puntá bonita» se nace o se hace?

Se nace. Lo llevas dentro o no lo llevas.

¿Sigue bordando a sus 81 años?

Cuando deje de hacer esta entrevista me voy al taller a bordar. Me estoy haciendo un dosel para unas cortinas de mi casa. La parte superior del dosel es la que estoy bordando. Allí en el taller me llevo hasta las diez. Menos mal que mi hija me da una pomada para aliviarme las espaldas.

Y se queja usted de que está perdiendo la vista...

Ya me va fallando un poquito. Pero todavía veo para bordar. Ahora uso gafas. No las he utilizado hasta hace poco.

Con esa edad los hay que han perdido ya hasta la cuenta…

(Risas) Yo trabajo 20 horas todos los días. Yo creo que no es normal lo que hago. Así me salen los dolores que me salen.

¿El mantón es una prenda para mujeres en exclusiva?

Sí. También se lo ponen algunos artistas. Pero el mantón es para las mujeres.

He visto que algunos hombres se lo ponen. ¿Qué le parece?

Me parece muy bien. Hay hombres que lo utilizan para el ballet.

¿Quién llevó la industria del mantón a Villamanrique?

En 1925 lo trajo de Sevilla la hija del teniente Guerrero. Para que se aprendiera a hacer como en Sevilla.

En sus mejores tiempos hubo seis talleres dando trabajo en Villamanrique a las mujeres.

Así es. Me acuerdo de los talleres de Eloísa Márquez, que lo puso con mi madre; Lucía Márquez, mi tía, la que me enseñó a bordar; unas primas mías que les llamaban las Dieguetas; Pepa Hernández y Amalia «la del teléfono». Esas son las que recuerdo ahora.

Usted le echó mucha casta a una exposición que hizo en los setenta a medias con Pilar Mencos. Y en vez de mantones colgados usted veía aceitunitas y trigales, ¿verdad?

Pilar me pagó el stand y me animó a que expusiera mis mantones. Es una gran artista haciendo tapices. Aquella exposición me la costeé con el dinero de mi campito. Por eso te digo lo de las aceitunas y trigales. La gente salía encantada del Marqués de Contadero. Pero nadie compró un mantón.

El boom del mantón de Manila comenzó en los 80…

Estaban guardados en baúles. No estaban de moda. Yo los puse de moda y los saqué de los baúles. Todo lo que hacía lo vendía. Y tuve más de cien personas trabajando en los talleres.

Sus colecciones se han colgado en Nueva York, Paris, Tokio, Milán…

En todos lados. Y gustaban muchos. En Tokio quisieron quedársela entera. Había tres mil personas en la sala. Raquel Revuelta era la que preparó el desfile de modelos, vestidas de gitana y con los mantones míos.

De los que usted ha bordado, ¿a qué mantón le guarda más cariño?

A uno que llevo en mi carreta para el Rocío, la carreta más bonita del mundo, que lleva bordada mi carreta por los pinos, haciendo el camino.

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