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Un estómago blindado, a prueba de fármacos

Los problemas gastrointestinales son uno de los síntomas digestivos no deseados que producen algunos medicamentos, pero unas pautas alimenticias sencillas pueden ayudar a contrarrestarlos

08.08.14 - 09:00 -
Frutas, verduras, cereales integrales y lá́cteos con bí́fidus, una ayuda para el estó́mago. /

Aveces ocurre que el comienzo de un tratamiento farmacológico coincide con reflujos, diarreas o acidez, entre otros malestares que pueden afectar al organismo. Esto se debe a que, según las características de cada paciente, algunos medicamentos pueden dañar: el esófago, lo que aumenta los reflujos; la mucosa del estómago, lo que provoca úlcera; el intestino delgado o el colon, lo que afecta a la digestión; e incluso el hígado, donde se procesan los fármacos una vez absorbidos (un posible efecto secundario puede ser algún tipo de hepatopatía).

Los medicamentos más conocidos por causar trastornos son los antiinflamatorios no esteroideos (como ibuprofeno o naproxeno) y el ácido acetilsalicílico, que ocasiona sangrados digestivos. También el hierro oral puede provocar malestar abdominal, y los antidiabéticos o antibióticos, episodios de diarrea. «Teóricamente todos los medicamentos son capaces de producir molestias digestivas, pero dependen del fármaco, de la toma de otros fármacos concomitantes, de las patologías, la edad, el estado nutricional y la idiosincrasia del paciente», asegura el doctor Ángel Calderón, especialista en Aparato Digestivo y Endoscopia Digestiva de Grupo IMQ. «Sin embargo, lo común es que la ingesta de medicamentos no genere molestias gastrointestinales, y que, cuando lo haga, los síntomas más frecuentes sean los más leves, mientras que los graves suelen ser infrecuentes».

Los efectos secundarios de un fármaco no suelen convertirse en un proceso crónico, aunque se han documentado casos poco comunes, como fibrosis hepáticas o estenosis en tubo digestivo por cicatrices secundarias a ingesta de algún medicamento. «Lo normal es que el daño se revierta al suspender el medicamento», afirma el doctor Calderón. El problema principal es que, como el paciente debe abandonar el tratamiento con el fármaco que le afecta, este se sustituye por otro que le causa el mismo efecto.

Medidas dietéticas

Entonces, ¿cómo se puede minimizar el riesgo de padecer este tipo de dolencias? «Aunque no está demostrado que determinados alimentos contrarresten los efectos nocivos sobre el tubo digestivo que pudieran tener los fármacos, sí parece que los alimentos en general pueden minimizarlos, porque pueden acelerar el tránsito esofágico, evitar efectos secundarios tipo irritativo sobre el esófago y/o mejorar la absorción en algunos casos, facilitar la deglución e incluso mejorar la adhesión de los pacientes al tratamiento», afirma el doctor Calderón. Por ello, es clave seguir una dieta equilibrada y variada, rica en frutas y verduras, en la que también se incluyan cereales integrales.

Además, «en ocasiones, consumir bacterias bífidus, que son regeneradoras de la flora intestinal, puede ayudar a disminuir efectos secundarios molestos de algunos antibióticos. Estas bacterias están asociadas a productos lácteos, aunque también pueden consumirse como complementos, ya sea en pastillas o sobres con contenido soluble», explica el experto. Otras recomendaciones son evitar alimentos excesivamente grasos, picantes y especiados, que son más lentos de digerir, y no consumir alcohol ni café, y no fumar, ya que estos pueden producir irritación en la mucosa gástrica.

Interacciones

Asimismo, el doctor Calderón señala que no hay que olvidar que, con la toma de determinados fármacos, es necesario evitar algunos tipos de alimentos. Por ejemplo, con la toma de anticoagulantes orales como el acenocumarol se deben evitar alimentos ricos en vitamina K, presentes en las verduras de hoja ancha, debido a que pueden provocar una disminución de los efectos terapéuticos. Las dietas altas en fibra pueden ocasionar dificultades del acceso del medicamento a la mucosa gástrica, produciendo una menor biodisponibilidad. «Es mejor que su ingesta no coincida con la toma de fármacos», aconseja el doctor Calderón. Además no es recomendable ingerir alimentos cocidos a la brasa o ahumados, porque pueden acelerar el metabolismo de ciertos fármacos, disminuyendo su acción.

La forma en la que hacemos las comidas también contribuye a minimizar los problemas gástricos. Por ello, debemos «comer lentamente, masticar bien, realizar ingestas frecuentes y en pequeños volúmenes para favorecer el vaciado gástrico y la digestión y evitar síntomas digestivos molestos», asegura el doctor Calderón. «Incluso en los casos de pacientes crónicos que lleven un tratamiento de por vida, y que manifiesten dolencias derivadas por la toma de los mismos, estas indicaciones dietéticas deben ser las mismas, siempre que sean bien toleradas», concluye el experto.

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