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Electricidad contra el párkinson

La estimulación cerebral profunda consiste en implantar electrodos en el cerebro durante una operación con el paciente consciente. Esta técnica, poco conocida, mejora la calidad de vida de cada vez más personas con párkinson

02.09.13 - 08:53 -
Electricidad contra el párkinson
Neurocirujanos del hospital Clínico de Santiago durante una intervención de estimulación del cerebro.

El paciente con párkinson está despierto durante la intervención quirúrgica en la que el equipo médico abre un agujero de dos centímetros en el cerebro para introducirle unos electrodos. Estos están conectados a un generador de corriente, una batería similar a un marcapasos, que envía una corriente eléctrica en forma de descargas, cuya frecuencia e intensidad es determinada por un especialista.

Así se lleva a cabo la estimulación cerebral profunda, una técnica que, aunque es poco conocida y resulte intimidatoria, está logrando mejorar la calidad de vida de cientos de pacientes con párkinson en España. Según los datos que maneja María Gálvez, directora de la Federación Española de Pacientes con Párkinson, el 15% de las 150.000 personas que padecen esta dolencia neurológica en nuestro país se encuentran en fase aguda. En este estadio, la farmacología no es suficiente y, técnicas como la descrita, palian en alguna medida los devastadores efectos de la enfermedad.

¿Cómo se consigue? Con los impulsos eléctricos se inhibe la excitación neuronal de la zona donde están los electrodos implantados. «De media, un 70% de los pacientes presentan una mejoría en todos los síntomas en relación con su estado previo», afirma Alfonso Castro, director de la Unidad de Párkinson y Trastornos del Movimiento del Hospital Clínico de Santiago. «Vuelven a tener una estabilidad en su día a día: disminuye el temblor, la lentitud, la rigidez, la marcha, y mejora el sueño», añade Castro.

Cirugía local y despierto

La operación se realiza solo con cirugía local. «Queremos que el paciente esté despierto porque vemos si el temblor cede y logra estar menos rígido», explica el doctor Miguel Gelabert González, neurocirujano y jefe del Servicio de Neurocirugía del mismo centro hospitalario gallego. «Además nos aseguramos que el electrodo esté bien colocado. De lo contrario, puede tener efectos secundarios como la alteración de la visión u hormigueos en el cuerpo». Los electrodos pasan por debajo de la piel, tras la oreja y a lo largo del el cuello hasta llevarlos debajo de la clavícula, donde se ubica la batería.

En cuanto a la herida del cráneo, la técnica ha evolucionado para evitar que la cicatriz se note. La operación tiene una duración aproximada de 5 horas, no es dolorosa y menos del 4% de casos presenta riesgo de hemorragia. Por eso el postoperatorio es rápido: al paciente vigilado durante 24 horas en una unidad de reanimación. Permanece ingresado entre 5 y 7 días para ajustar los parámetros de estimulación, y luego se hacen controles periódicos.

Esta técnica comenzó a aplicarse hace 26 años en Francia en personas con trastornos de movimiento. En España, concretamente en Santiago, hace algo más de una década.

El éxito de la intervención depende del perfil del paciente, que debe someterse a un protocolo que incluye test de respuesta a la medicación, respuesta motora, estudios de neuroimagen (resonancia) y un test neuropsicológico. «Es muy importante definir bien el perfil del paciente que puede ser sometido a esta terapia», mantiene María Gálvez, directora de la Federación Española de Pacientes con Párkinson, que agrupa a 45 asociaciones que proveen información a sus asociados sobre el tratamiento de la enfermedad. «El paciente debe saber que esta terapia no cura la enfermedad; no hay ningún tratamiento que lo haga».

La operación está recomendada para las personas con Párkinson avanzado (estadio 4) y, en principio, no debe hacerse antes de los cinco años de evolución de la enfermedad. Aunque hay que destacar que los últimos estudios científicos realizados al respecto también muestran un beneficio mayor en pacientes en una fase temprana.

No es para todos

«Se opera cuando los tratamientos convencionales no son efectivos», dice el doctor Castro. «El enfermo comienza a tener fluctuaciones motoras entre 3 y 5 años después de empezar con el tratamiento farmacológico. Entonces se comienza a aumentar la dosis de la medicación hasta que no les funciona más de la mitad del día. No pueden caminar, tienen mucho temblor, tienen problemas de sueño. En estos casos, se recomienda la terapia». En el Hospital Clínico Universitario de Santiago ya han realizado 300 intervenciones. «El efecto de la cirugía es inmediata», asegura el doctor Gelabert González.

«En el momento que nosotros damos la corriente eléctrica, el paciente nota la mejoría». Algo que no tiene precio en una enfermedad tan dura que trasciende los movimientos involuntarios o la rigidez. También hay deterioro cognitivo, desórdenes obsesivos, pérdida de capacidad pulmonar, etc. Por eso se recomienda que no solo se tome medicación, sino que se incluya rehabilitación. «La terapia de estimulación cerebral profunda también es muy eficiente a largo plazo», concluye Gálvez.

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