Con el verano aumenta la temperatura ambiental, situación que produce un incremento de la vasodilatación periférica del organismo. Como consecuencia de esta vasodilatación, la presión arterial desciende (de hecho en invierno suele haber un repunte de la hipertensión arterial y en verano un descenso). Al bajar la presión arterial y al haber vasodilatación periférica, se produce un mecanismo reflejo del corazón que aumenta un poco el número de pulsaciones por minuto y hay personas, especialmente mujeres, que aprecian más esta sensación de palpitaciones. Además el descenso de la presión arterial puede producir una sensación de inestabilidad cefálica. Esa sensación es real, tiene una explicación fisiopatológica y es bastante bien establecida y conocida. Es una manifestación clínicamente benigna, es decir, que no tienen una importancia pronóstica que indique que a una persona le puede pasar algo como consecuencia de este fenómeno.
Desde el punto terapéutico hay que decir que no existe ningún medicamento que haya demostrado que ascienda la presión arterial de forma eficaz e inocua, así que esto que le pasa no se puede tratar con pastillas, pero sí existen unas recomendaciones médico-higiénicas que pueden ayudar a prevenir esta situación:
•Evitar la exposición en zonas muy calurosas.
•Ingerir abundante líquidos o comer alimentos salados.
•En casos extremos se recomienda el uso de calcetines o medias elásticas que, mediante compresión, pueden ayudar a evitar la vasodilatación periférica tan intensa que se produce en las extremidades inferiores (acumulación de sangre y líquido).
•Si la sensación de inestabilidad y palpitaciones es muy intensa, la solución es adoptar una posición horizontal.
•Si la palpitación es muy intensa, como última opción, se pueden indicar medicamentos que disminuyan la frecuencia cardiaca sin bajar la presión arterial.
