Andrés Moreno, el hombre más obeso del mundo
Andrés Moreno, el hombre más obeso del mundo - EFE

El hombre más obeso del mundo ansía una vida normal: «Me ayudan a bañarme. Es muy doloroso»

El viernes, cuando cumpla 38 años, espera que la suya sea una vida nueva. En la víspera de su cirugía, tiene esperanza de que la hipertensión, los problemas cardiacos y la diabetes que padece por el sobrepeso sean cosa del pasado

Madrid Actualizado: Guardar
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A unas horas de ser intervenido para reducir su peso, Andrés Moreno, el hombre más obeso del mundo, se ilusiona con tener una vida normal y crear una fundación para personas que, como él, sufren el lastre del sobrepeso.

Acostado en la habitación 134 de un hotel de Guadalajara, capital del occidental estado mexicano de Jalisco, al que llegó ayer procedente de su natal Ciudad Obregón, Sonora (noroeste), Andrés asegura estar «contento y nervioso» al aproximarse el día que esperó desde hace cuatro años, cuando una depresión lo llevó a pesar 444 kilos.

La mañana de este miércoles, Andrés ha sido sometido a una operación de derivación biliopancreática con cruce duodenal que, según los médicos del Hospital Arboledas, donde se ubica la unidad Gastric Bypass Mexico, es el procedimiento que mejor resultado aporta en pacientes con obesidad extrema.

Hace un año enfrentó su primera prueba de fuerza de voluntad al cambiar los chicharrones, la carne excesiva, refrescos de tres litros y hasta un kilo y medio de tortillas de harina en una sola comida, por frutas y verduras altas en proteínas, pollo y pescado; una dieta que lo llevó hasta los 320 kilos que ahora pesa.

«Todo es psicológico, pero las ganas que yo traigo de seguir viviendo fueron las que me impulsaron a ser disciplinado», dice a Efe antes de tomar la última cena sólida en los próximos meses, pues luego de la cirugía su alimentación será a base de líquidos.

Andrés ríe cuando recuerda que a sus 18 años y 120 kilos de peso aún hacía ejercicio, cuando se preparaba en la academia policial de Navojoa, Sonora. Luego, ya como policía en activo, pasaba las horas entre su casa y el coche con el que patrulló por la ciudad durante ocho años. Al final, renunció.

«Un policía gordito no le sirve de nada a la ciudadanía porque a un delincuente no lo puedes atrapar, no tienes la misma agilidad», explica.

El sobrepeso fue parte de su vida desde su nacimiento, cuando pesó algo más de seis kilos, debido a un metabolismo que convertía en grasa gran parte de los alimentos que ingiere.

Desde los 25 años y con 210 kilos buscó ayuda de especialistas y siguió dietas que lejos de ayudarle solo le provocaban un rebote de peso. Ya empezaban los dolores de rodilla y de columna, y su respiración era agitada.

Pero fue hace cuatro años que la muerte de su padre lo sumió en una depresión que se profundizó con el abandono de su pareja. Esta época hizo que se encerrarse en su habitación y ganase peso aceleradamente sin que poder evitarlo.

«Me encerré en mí mismo y mira las consecuencias, hasta el punto de que me ayudan a bañarme y a cambiarme. Es muy doloroso todo esto», dice Andrés, y cuenta que depende de amigos no sólo para preparar sus alimentos sino también para moverse.

Andrés compara el sobrepeso con llevar cuatro sacos de cemento en la espalda, todo el tiempo, a todos lados.

El viernes, cuando cumpla 38 años, espera que la suya sea una vida nueva. En la víspera de su cirugía, tiene esperanza de que la hipertensión, los problemas cardiacos y la diabetes que padece por el sobrepeso sean cosa del pasado. También piensa en tener una pareja e hijos.

Lo que más le entusiasma, lo que repite una y otra vez, es su deseo de crear una fundación para ayudar a quienes tienen obesidad.

«Hay muchos gorditos en México. Falta mucha información (de cómo alimentarse), y sobre todo de que no lo discriminen, que no se burlen o les hagan bullying. Yo sufrí muchas humillaciones y desprecios y no quiero que otra gente sufra lo mismo», concluye.

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