Tres encuentros con Fernando Trueba marcan la carrera de Aida Folch. El primero cuando ella tenía 14 años. Nacida en Reus y sin ‘antecedentes actorales’ en la familia se planteó que quizá su sueño de ser actriz podía convertirse en realidad al ver un anuncio de un casting en el que se buscaba a una niña para una película. Probó fortuna junto a otras 3.000 candidatas y, tras cinco pruebas, Trueba la escogió. La joven Aida Folch sería Susana, la pequeña Lolita que el escritor Juan Marsé ideó para la novela ‘El embrujo de Shanghai’.
Un ritmo irregular lastró la adaptación al cine. Pese a esto la gran pantalla se fijó en el poder hipnótico de Folch, en la mezcla de timidez y contundencia con la que envuelve sus interpretaciones. Fernando León de Aranoa vislumbró su potencial y le pidió que se presentara a una prueba para interpretar a una adolescente irreverente que aparecía en su próximo proyecto. Logró el papel y Aida Folch formó parte del reparto de la multipremiada ‘Los lunes al sol’. Así se confirmó como un valor al alza en el cine español.
El segundo encuentro con Trueba llegaría en 2006. La actriz había comenzado a tejer una carrera con títulos como ‘La mirada violeta’ o ‘Fin de curso’. El director contactó con ella y le preguntó si hablaba francés. Y, pese a que ella no lo dominaba, él le contó que estaba preparando la historia de un escultor que vive retirado y hastiado de la vida y que ve cómo su deseo de volver a trabajar renace al conocer a una joven española que se ha fugado de un campo de refugiados. El guión no estaba aún escrito, pero Aida se entusiasmó con la idea y se fue a vivir a Francia para aprender el idioma. Al cabo de unos meses llamó a Trueba y le habló directamente en francés. Para entonces había participado en filmes como ‘Salvador’, ‘Las vidas de Celia’ o ’25 kilates’. La popularidad llegaría con la serie de televisión ‘Cuéntame’, en la que dio vida a Françoise, la hija francesa de Juan Echanove.
En 2012 aquel proyecto que fraguaba Trueba se materializó en ‘El artista y la modelo’, la película que supuso el tercer encuentro entre la actriz y el director. Un encuentro decisivo. Esta vez el cine le ofrecía un papel protagonista, difícil, pero con el que poder lucirse, en un filme manufacturado a un modo casi artesanal. Sin prisas, con mimo.
Se desnudó y creó un personaje frágil en el que transmite más con gestos y miradas que a través de sus palabras. Aida Folch superó la prueba con creces. Y esto propiciará un cuarto encuentro, el que se producirá en la gala de los Goya, en la que Trueba es candidato a mejor director y ella a mejor actriz. En breve la veremos teñida de rubia en la ópera prima de Gabi Ochoa, ‘El amor no es lo que era’. Qué pensará ahora aquel profesor que cuando ella le confesó que quería dedicarse a la interpretación se rió y le respondió con sorna que él sería astronauta.
