Denzel Washington
Denzel Washington - ABC

Washington, actor y capital

Su adaptación física y anímica de un basurero negro en «Fences» es un torrente de texto y sentimientos

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En el arranque de «Fences» se ve a Denzel Washington cómo recoge las bolsas de desperdicios de los cubos y los deposita en la trasera de un camión de basura: es un basurero. Luego veremos que también es otras cosas, marido, padre, expresidiario, deportista frustrado y persona con un pintoresco y contumaz sentido de la lucha, el reciclaje, la educación y la fidelidad. Pero, la primera impresión es que Denzel Washington recoge, sube y baja basura con la misma precisión coreográfica con la que Nureyev hacía su Romeo. No hay gran sorpresa en ello, pues cualquiera ha podido ver cómo Washington camina como un comandante de vuelo hacia el avión que va a salvar del desastre, o cómo se mueve un agente de policía corrupto por las calles en «Training Day» (su Oscar principal), o cómo se hace transparente un jefe mafioso en «American Gangster», o cómo se lucha contra el sistema sanitario para salvar a un hijo en «John Q», o cómo evoluciona el odio de un boxeador injustamente acusado de asesinato en«Huracán Carter»

Denzel Washington es siempre y exactamente lo que escribe la pantalla en él: agua pura en la piel de los personajes, sean basureros, pilotos, policías, gánsteres, boxeadores, presidiarios o Malcolm X…, y aún no se lo ha propuesto, pero sospecho que sabría cómo hacerlo: interpretar a un hombre blanco.

Su enorme trabajo actoral en «Fences», su adaptación física y anímica de ese basurero negro que es un torrente de texto y sentimientos, le ha llevado hoy hasta la antesala de su tercer Oscar (ganó otro secundario por «Tiempos de Gloria»). Puede no ganarlo por dos motivos, el primero se llama Casey Affleck, que logra casi el mismo efecto emocional que Washington con un personaje sin texto y sin expresión sentimental en «Manchester frente al mar», y el segundo se llama Ryan Gosling, que diluye en oro líquido vida, música y romance en «La La Land». Pero puede ganarlo por otros dos: es un año «black», aunque sólo sea por nostalgia, y hace la más profunda y feroz interpretación que un actor ha trasportado nunca de las tablas a la pantalla desde Stanley-Brando.

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