Denzel Washington: «Siempre he querido triunfar; mi color de piel no iba a detenerme»

El actor y director ha sido nominado siete veces a los Oscar. Hoy puede conseguir su tercera estatuilla por su papel en «Fences»

LOS ÁNGELES Actualizado: Guardar
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Corría el año 1990, cuando el autor August Wilson escribió un ensayo en el que decía que solo permitiría a un director negro adaptar al cine su premiada obra «Fences». Casi tres décadas después, Denzel Washington lleva a cabo su deseo estrenando en todo el mundo la película «Fences». El filme, por el que Washington ha recibido una nueva nominación al Oscar, y ya son siete (ha ganado dos estatuillas), relata la historia de una familia afroamericana que sufre la marginación en 1950 en la ciudad de Pittsburgh.

Hoy Denzel Washington (62 años) podría llevarse su tercer Oscar por «Fences», una narración que él interpretó en el teatro hace siete años, completando un círculo que inició sobre las tablas.

«Fences» es su tercera experiencia como cineasta, tras «The Debates» y «Antwone Fisher», un drama en el que da vida al jugador de béisbol Troy Maxson. Un retrato íntimo de las calles de Pittsburg en los años 50, que cuenta con la participación de Viola Davis en el papel de la mujer de Troy, la sufrida Rose.

Con una larga carrera en el cine, Denzel Washington confesó haber rechazado muchos personajes de gran valor comercial por interpretar aquellos que tuvieran más un significado personal. Reconocido como uno de los mejores actores del momento, «Fences» vuelve a poner de manifiesto el talento de Washington delante y detrás de las cámaras.

—¿Cómo consiguió dirigir e interpretar «Fences»?

—Scott Rudin me mandó el guión hace siete años y me sorprendió porque nunca antes lo había leído. Había visto la producción original de James Earl Jones, pero nada más. Al leer que el personaje tenía 53 años, pensé que debía darme prisa si quería interpretarlo porque no me quedaba mucho tiempo. Llamé a Scott y le dije que hiciéramos la obra de teatro, y eso hicimos. La produjimos en Broadway en 2010 y ganamos un Tony. Después, decidí llevarla al cine.

—¿La raza es uno de los temas principales de la película?

—No es el color de la piel, es la cultura. Steven Spielberg hizo «La lista de Schindler», Martin Scorsese hizo «Uno de los nuestros». Estoy seguro de que Spielberg hubiera podido realizar «Uno de los nuestros». Sin embargo, no hubiera sido lo mismo. Somos cineastas que pertenecemos a culturas distintas, que entendemos el contenido de lo que representamos en pantalla. Scorsese hubiera hecho un gran trabajo con «La lista de Schindler», pero la diferencia cultural habría marcado la historia. Todos sabemos lo que significa un peine caliente sobre el pelo. No es un tema de color de piel, es una diferencia cultural.

—¿Cree que es más fácil encontrar personajes para actores afroamericanos en Hollywood?

—Es mucho mejor ahora que cuando yo empecé. Entonces no existían personajes como el de Fences para nosotros. Llevo jugando este juego desde hace treinta y cinco o cuarenta años. Obviamente, no se parece en nada a mis primeros años en la industria. Antes, a lo máximo que podía aspirar era a hacer teatro el resto de mi vida, una frase aquí o allá en una película, pero jamás a convertirme en una estrella. Hago muchas bromas al respecto pero debo reconocer que jamás me conformé. Tengo demasiado ego como para quedarme viendo mi nombre en la parte final de los créditos. Siempre he querido triunfar y ni mi color de piel ni la cultura racista iban a detenerme. De no haber conseguido en el cine lo que yo quería, hubiera triunfado en el teatro.

—¿Dónde encuentra su motivación como artista?

—En la lectura. Todos nosotros tenemos algo en la vida que nos motiva. Mi padre era un ávido lector, un caballero. No le interesaban los deportes, siempre me dijo que persiguiera mi diploma, pero fue mi madre quien me animó a estudiar, a ir a la Universidad.

—¿Qué encontró en «Fences» que llamó tanto su atención como para dirigir la obra?

—Escrito sobre la página está lo que yo siento, por eso me involucré con esta historia. Pero no solo en el cine, sino que voy a producir diez obras de teatro que vamos a representar a lo largo y ancho del país. Estoy en una posición en la que quiero asegurar personajes a las nuevas generaciones. Quiero abrir la puerta a otros, quiero demostrar que nadie ni nada se interpone en mi camino.

—¿Se siente un héroe?

—Me gusta encontrar la suficiente confianza en mis colaboradores, ya sea con directores con los que trabajo o con otros actores. Todos ellos me hacen sentirme un héroe a su lado. Me gusta la conexión entre mi personaje y la trama. Un director puede acabar con un actor el primer día de rodaje, por eso es importante crear una relación de confianza. A ningún actor le gusta que un cineasta le robe su seguridad y créame que hay algunos en Hollywood.

—Usted ha conseguido alejarse de la burbuja del glamour de Hollywood.

—Para mí eso no tiene sentido. Me interesa el trabajo, el contenido. Somos actores; la celebridad es un animal diferente. Yo no me considero una estrella, tal vez un actor popular, sea lo que sea que signifique. Yo empecé haciendo teatro en la Universidad de Fordham, ganando 600 dólares a la semana por interpretar «Otelo». Esa es mi carrera.

—¿«Fences» forma ya parte de la historia de Denzel Washington?

—Sí. Yo fui primero actor de teatro, por eso quise llevarla primero a las tablas. Los dos personajes con los que debuté como intérprete fueron el emperador Jones y Otelo. Entonces el cine no estaba en mis planes. Antes no era como ahora, no había tantas posibilidades.

—¿Ha sentido el racismo en América?

—¿Quién no? La primera vez que usaron la palabra «negro» contra mí fue en Florida, estando yo asomado a un balcón a la edad de nueve años. Un grupo de niños empezó a insultarme y, al llegar a mi casa, le pregunté a mi madre: ¿Por qué? Ella me dijo:«Eso es porque alguien teme que le quites su sitio». Esa gente lo único que te deja son malos recuerdos

—¿Qué siente al pasar la barrera de los sesenta?

—He desarrollado una teoría sobre mi vida. La he dividido en cuatro cuartos. Desde que nací hasta los veinte, luego de los veinte a los cuarenta, de los cuarenta a los sesenta y de los sesenta a los ochenta, si es que consigo llegar. Ahora empieza mi cuarta etapa y, como dicen en la cultura oriental, llega mi hora de convertirme en maestro.

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