DELIRIUM TOPIC
#DUENDE
La Junta de Andalucía aprobará una nueva búsqueda de los restos de García Lorca. Será la quinta vez que se remueva la tierra buscando sus huesos, en esta ocasión bajo el parque que lleva su nombre en Alfacar.
Pierden el tiempo escarbando, porque García Lorca no está allí. Si acaso, como mucho, encontrarán un cráneo agujereado, una tibia maltrecha, un vulgar acordeón de costillas. Trofeos con vocación de claustro en una urna, momia de museo con horario de nueve a dos y con precios especiales para grupos de turistas. Una indignidad insultante, consecuencia de la memoria histórica mal entendida. Porque por más que deseen atornillar al suelo las alas del poeta, jamás lo encontrarán. Él se despereza cada aurora en Nueva York, es la rosa, el niño y el abeto a la orilla del lago Eden Mills. Lo mientan sin nombrarlo cada vez que alguien rasga una guitarra y empieza su llanto y es imposible callarla. Su perfume de flor de cuchillo embriaga la solapa de cada muerto por ajuste de cuentas en El Vacie o Marbella. No está hecho de huesos porque su cuerpo es de luna, la luna de blancor almidonado que vino a la fragua con su polisón de nardos.
García Lorca descansa en el lugar que anhelaron todos los grandes poetas: sin tumba, sobre el tiempo, como el sueño, flotando como un velero. Dotarlo de huesos es rebajarlo, porque él es patrimonio de todos, el duende que zapatea sobre nuestra memoria colectiva. Corre por nuestra sangre, por la sangre de nuestra tierra.
Palpar los huesos no nos acercará más a la verdad. La verdad ya la conocemos, la infamia está en su propio recuerdo, en la manera en que intentaron asesinar la belleza. Nadie debería encontrar sus restos, para que esa sea la lección: la belleza existirá siempre porque nunca consiguieron atrapar al poeta.
